Dos jóvenes oaxaqueñas, Shanni Mora Fajardo y Rosa Mendoza Sosa, lograron reconocimiento internacional por su ingenioso proyecto ambiental en su comunidad de Teotitlán del Valle. Como estudiantes de bachillerato, desarrollaron un filtro casero para reutilizar el agua desperdiciada en los talleres de artesanos, una iniciativa que les valió el prestigioso Premio Nobel del Agua (Stockholm Junior Water Prize) en 2024. En esa ocasión, la princesa Victoria Ingrid Alice les entregó el Diploma de Excelencia en una ceremonia celebrada en Estocolmo, Suecia.
Tras su victoria, las jóvenes recibieron promesas de apoyo por parte de autoridades gubernamentales y del sector privado, tanto en Oaxaca como en el extranjero. Se les aseguró incentivos para continuar sus estudios académicos y mejoras en su plantel educativo. Sin embargo, esas promesas no se materializaron con el tiempo. A su regreso a México, varias instituciones educativas públicas y privadas les ofrecieron becas completas, incluyendo una universidad con presencia en varias ciudades del país y programas internacionales, generando esperanza en las jóvenes.
Antes de graduarse del Bachillerato Integral Comunitario de Oaxaca (BIC) en Teotitlán, Shanni, quien mantenía un promedio de 9.5, buscó a las personas que prometieron la beca universitaria. La joven esperaba que la ayuda se hiciera efectiva en un año, pero la respuesta no fue la que esperaba. La realidad distó mucho de las promesas iniciales, dejando en el olvido las aspiraciones de estas jóvenes talentosas, cuyas ideas y esfuerzo fueron reconocidos internacionalmente, pero cuya historia de apoyo y seguimiento aún está por escribirse.