Oslo, 10 de septiembre de 2025 — El Partido Laborista de Noruega logró asegurar un segundo mandato en las elecciones parlamentarias, consolidando al primer ministro Jonas Gahr Støre al frente del Ejecutivo. Con el 99 % de los votos escrutados, el bloque de centroizquierda alcanzó 87 escaños, superando por estrecho margen los 85 necesarios para formar mayoría en el Storting, aunque dependerá de alianzas menores para aprobar reformas clave.
El resultado electoral se da en un contexto marcado por la inflación y las tensiones internacionales derivadas de los conflictos en Ucrania y Gaza. Si bien Støre celebró la continuidad de su gobierno como una señal de fortaleza de la socialdemocracia, analistas advierten que su margen de maniobra será limitado ante un Parlamento fragmentado y exigencias divergentes entre sus aliados.
Uno de los principales desafíos será negociar sobre temas sensibles como la política fiscal, la exploración petrolera y la gestión del fondo soberano noruego —valuado en cerca de 2 billones de dólares—, especialmente en lo relativo a inversiones en empresas vinculadas al conflicto palestino-israelí.
Por otro lado, el avance del Partido del Progreso (FrP), de corte populista y antiinmigración, marcó un giro significativo en el electorado conservador. Con 48 escaños, el FrP duplicó su representación respecto a los comicios anteriores, impulsado por una campaña centrada en recortes fiscales y críticas al gasto público en cooperación internacional y energías renovables. Su líder, Sylvi Listhaug, logró captar el voto juvenil, especialmente entre hombres jóvenes, según observadores locales.
A diferencia de otras tendencias europeas, los partidos de derecha noruegos evitaron vincularse con figuras internacionales como el presidente estadounidense Donald Trump, manteniendo una postura más contenida frente a Washington. Esta cautela se enmarca en un escenario geopolítico delicado, con la frontera ártica con Rusia elevando las preocupaciones de seguridad nacional.
La incorporación de Jens Stoltenberg, exsecretario general de la OTAN, como ministro de Finanzas, fue interpretada como un movimiento estratégico para reforzar la confianza ciudadana en medio de crecientes temores sobre una posible guerra en Europa en la próxima década.
El debate sobre el futuro energético del país también se intensifica. Noruega, principal proveedor de gas para Europa tras la salida de Gazprom, enfrenta presiones internas para reducir gradualmente la exploración petrolera, lo que podría impactar su papel en el suministro energético continental.
Con un Parlamento polarizado y una agenda cargada de temas estructurales, el segundo mandato de Støre se perfila como un periodo de negociaciones complejas y decisiones estratégicas que podrían redefinir el rumbo político y económico de Noruega.