Por: Montse Pérez Cisneros
Abogada, maestrando en Políticas Públicas en el ITAM y especialista en Comunicación Política y Campañas Electorales por la Complutense de Madrid.
Instagram y Twitter: @montsepcisneros
La crisis política tocó – una vez más – las puertas del senador de Movimiento Ciudadano por el estado de Nuevo León, Samuel García; quien tras exigirle en una llamada en vivo por Instagram a su esposa Mariana Rodríguez que enseñara menos pierna, se ganó críticas por su conducta machista de diversos sectores de la sociedad e incluso miembros de su propio partido.
Este no es, sino uno de los muchos escándalos que ha protagonizado en los últimos meses el político, quien desde el año pasado hizo públicas sus intenciones de contender por la gubernatura del estado de Nuevo León. Apenas este año, los medios de comunicación le han puesto en el ojo del huracán por situaciones como casarse con su ahora esposa en plena pandemia y cuando estaban suspendidos los servicios religiosos, y ser objeto de actos vandálicos de parte de un grupo de trabajadores de PEMEX que le reprochaban querer cerrar la refinería Cadereyta por proselitismo.
Es natural, pensarán muchos, que comúnmente esté en la boca del lobo, pues él y su esposa han decidido llevar una vida al centro de los reflectores, siendo muy activos y transparentes en redes sociales. Sin embargo, esto que a primera vista puede parecer una ventaja competitiva con respecto a otros perfiles políticos, se ha convertido en su principal desventaja y les ha generado una espiral de crisis comunicacionales de las que no podemos afirmar que ha salido airoso.
No se confunda, no es que quien escribe prefiera que los políticos lleven una vida lejos del reflector para evitar que la ciudadanía conozca de sus fallas. Al contrario, el ideal sería que todos los políticos llevaran su vida privada con transparencia, pero también, que esta no contradijera con sus obligaciones públicas.
Ahora bien, profundizando en el análisis comunicacional, muchos creen que todo este cúmulo de incómodas y escandalosas situaciones no son más que una estrategia publicitaria al estilo “no existe la mala publicidad”, que es una marca que ya hemos visto antes en las estrategias orquestadas por varios consultores, como el provocativo Memo Rentería – el consultor político de Jaime Rodríguez “El Bronco” – quien tiene por lema que la provocación e incorrección política son excelentes aliadas para las estrategias publicitarias de los políticos.
No obstante, pensar que no existe la mala publicidad es incorrecto, pues quienes nos hemos abocado a la increíble disciplina de la comunicación política, sabemos que esa idea está incompleta. Lo que origina esa idea, es algo que se dice en el argot de los consultores políticos y que va así: “No hay crisis buenas ni malas, solo las que se aprovechan y las que no.” Sin embargo, las crisis de Samuel García han pasado desaprovechadas, y es que sinceramente tampoco han tenido de dónde aprovecharse.
Si bien es cierto que en una estrategia de posicionamiento político, el principal objetivo es hacer que los medios hablen de ti, y que para lograr esto rápido, se puede usar una pizca inofensiva de incorrección política y provocación; también es cierto que se debe saber identificar entre una dosis inofensiva y otra que nos puede hacer perder sectores importantes de apoyo.
Así mismo, es fundamental saber distinguir entre las distintas etapas y objetivos de la estrategia de comunicación política, porque a este punto, Samuel García ya no necesita posicionamiento, pues según la última encuesta Mitofsky de reconocimiento de nombre, él es el perfil que más conocen los neoleonenses de entre los posibles aspirantes a Gobernador de Nuevo León. Lo que necesita urgentemente es una estrategia de comunicación seria y rigurosa, porque parece que se le olvida que reconocimiento no es igual a votos.