Por: Verónica Juárez Piña
El gobierno de Andrés Manuel López Obrador, al ceder a las presiones de Donald Trump para frenar la migración mediante una política militar, cerrando la frontera sur y vigilando la frontera norte del país, llevando a cabo operativos en trenes, carreteras e incluso inmuebles; y destinando seis mil elementos de la Guardia Nacional para esos fines; ha convertido a todo el territorio nacional en el muro que tanto deseó Trump en la frontera sur de su nación y que no ha logrado concretar por la firme oposición del Partido Demócrata.
Al final, sí, las mexicanas y los mexicanos están pagando el muro como amenazó Trump, que ni tardo ni perezoso está sacando provecho de las claudicaciones del gobierno de AMLO en su campaña rumbo a la reelección presidencial.
La reunión que tuvo lugar el domingo 21 de julio entre Marcelo Ebrard, Secretario de Relaciones Exteriores de México y Mike Pompeo, Secretario de Estado de Estados Unidos; tuvo la misma tónica. En realidad, el funcionario estadounidense sólo vino a supervisar que México haya cumplido a pie juntillas los compromisos que asumió para frenar los migrantes con el fin de evitar que Trump impusiera a México el incremento de aranceles.
De hecho, en un comunicado, la SRE anotó que Pompeo “reconoció los significativos avances de los operativos mexicanos, en cumplimiento con el acuerdo entre ambos países alcanzado el 7 de junio en Washington D.C.”
Incluso, se destaca la celebración de Ebrard, quien afirmó que “en virtud de dichos avances, no considera necesario iniciar ningún tipo de negociación con respecto a un eventual acuerdo de Tercer País Seguro entre México y Estados Unidos”.
Y fue más allá al comprometerse con Pompeo que “la estrategia migratoria para garantizar flujos ordenados, seguros y regulares continuará durante los próximos 45 días”.
Resulta indignante que el gobierno mexicano haya aceptado continuar con la militarización de la política migratoria; mientras que el gobierno de Estados Unidos no ha asumido ningún tipo de compromiso en este tema.
El Secretario de Relaciones Exteriores está obligado a dar a conocer a las y los mexicanos, con precisión y amplitud, el contenido de lo que se abordó para no dar espacio a Trump a utilizar los acuerdos de la reunión a conveniencia de Estados Unidos y con fines electorales.
El gobierno mexicano debe rectificar la política migratoria y dejar de acatar las instrucciones de Trump. Se tiene que replantear con una visión integral, que incluya a todos los países involucrados y respete el derecho a la migración y los derechos humanos de los migrantes.
Lo que se ha impuesto hasta ahora, y México ha asumido de manera vergonzosa, ha sido la visión xenófoba de Trump, que además está vinculada a sus intereses electorales. México no debe ser policía migratoria de EU en territorio nacional en aras de evitar el aumento de aranceles y la no aprobación del T-MEC.
Para dirimir este tipo de diferencias hay mecanismos establecidos en los propios tratados comerciales y existen organismos financieros internacionales a los que se puede acudir para evitar que los países firmantes rompan los acuerdos y evitar las imposiciones unilaterales como las que pretende Trump.
Pero sobre todo, México debe, a mediano y largo plazo, diversificar su economía y buscar otros socios comerciales para no depender de EU.
Es indignante la actitud que está asumiendo el gobierno de AMLO frente a los caprichos de Trump. Si este logra reelegirse, en parte gracias a lo que ha cedido el gobierno mexicano -que él presume como triunfos ante su electorado-, la relación bilateral en los próximos años será mucho más difícil.
