Time goes by so slowly (el tiempo va muy lento), dice una parte de la canción Hung Up, del disco Confessions on a Dance Floor, de Madonna; y así fue el momento que se vivió ayer antes de que iniciara el primero de dos shows que Madonna dio en la Ciudad de México como parte de su Rebel Heart Tour.
Aunque el boleto marcaba el inicio del concierto a las 20:00 horas, éste empezó hasta las 22:15. A las 20:45 horas, el abridor —el DJ y productor Lunice— destinó 60 minutos para “calentar el ambiente”, pero no ayudó ni a volverlo cálido, ya que la gente terminó un tanto harta. Mediante chiflidos, en ciertos momentos y con un “fuera, fuera, fuera” hacia el final de su presentación, el público le pedía que dejara el entarimado para la Reina del Pop.
Una hora después, el pinchadiscos acabó con su labor y parecía que Madonna llegaría a escena, pero no. La gente siguió esperando y trataba de aminorar su estancia en el Palacio de los Deportes con olas sincronizadas, aplausos sin fuerza y bebiendo alcohol o agua.
Por fin, la euforia llegó al Domo de Cobre, pero no fue con la presencia de la intérprete, sino con la de otro personaje de la realeza del pop: el fallecido Michael Jackson, con Wanna Be Startin’ Somethin’ lo que hizo que los 16 mil 160 asistentes se levantaran de sus asientos.
Pero pareció que a Madonna no le gustó que sonara el tema de Jackson, ya que antes de que terminara, apagaron las luces, quitaron la cortina roja que cubría el escenario y, a las 22:15, inició Revolution, con imágenes en las que además de la cantante aparece Mike Tyson.
El show comenzó con Iconic con Madonna bajando de la parte superior del escenario dentro de una jaula en forma de cubo.
Acompañada de un grupo de bailarines que sostenían largas cruces y vestidos con cascos de samuráis, la intérprete aprovechó su primera canción para caminar sobre la pasarela que salía del escenario en forma de cruz y que terminaba en un corazón. Pero la impaciente espera parecía haberse desvanecido.
Madonna podrá tener problemas con su hijo Rocco, pero anoche, más 16 mil vástagos adoptivos le demostraron su incondicionalidad, amor y fanatismo.
Siguió Bitch I’m Madonna —que canta junto a Nicki Minaj y quien apareció en las pantallas del recinto—, y Burning Up, en la que por fin se oyó su voz real —y no las pistas— mientras tocaba una guitarra.
Y como sabe hacerlo, y le gusta, Madonna provoca. Uno de sus mejores blancos: la Iglesia católica. Bailarinas stripper con hábito de novicias bailaban al compás de Holy Water —con sampleo de Vogue— a la par que hacen poll dance en altas cruces.
Al fondo, una escenificación del cuadro La Última Cena con bailarines sin camisa, mientras se tocan el cuerpo sobre la base que sirve de mesa.
El ánimo continuaba y un “listos” —en español— por parte de Madonna dio pie a la segunda parte del show: Rockabilly Meets Tokyo, con el tema Body Shop, al más puro estilo de los años 50.
Un respiro. La reina se sentó sobre unas llantas puestas en el escenario y saludó a la gente.
Les preguntó si la pasaban bien y si se ejercitaban en su Body Shop. Todos respondieron al unísono con un rotundo sí.
Por ello, Madonna pidió que algunos de sus bailarines se levantaran la camisa para dejar ver sus bien trabajados abdómenes sin gramo de grasa.
“Y para no discriminar, también es tiempo para ellas”, comentó, para acto seguido pedir que una bailarina se desabrochara la camisa y mostrara sus senos y abdomen plano.
Alguien de la audiencia, en las primeras filas, le mostró una playera de la pintora mexicana Frida Kahlo, y Madonna habló de lo mucho que le gustaba (incluso trató de llevar su historia al cine, pero no obtuvo los derechos).
“Si Frida estuviera aquí, estaría muy feliz y, seguramente, se metería a mi Body Shop. Cantemos para que esta noche ella nos escuche”, dijo Madonna para cantar, mientras tocaba un ukelele, True Blood.
Después de ese respiro, sonaron los primeros acordes de Deeper and Deeper, de su álbum Erotica.
La gente celebraba con la monarca musical por haber escogido a México entre los países de gira que inició en septiembre pasado, en Canadá.
La impuntualidad de la cantante ya no importaba para esta parte del show y aunque al cierre de esta edición apenas llegaba a la mitad, el ánimo calentaba la fría noche mientras Madonna lucía virginal ante los ojos de sus amantes al momento de cantar Like a Virgin, con sampleo del tema Erotica.
Fanáticos pacientes
Más de 60 fans aguardaban a Madonna ayer fuera de su hotel, donde la esperanza de conocerla se diluyó rápidamente.
Y es que la Reina del Pop salió a las 16:25 sin asomar un solo cabello. Los chicos, la mayoría pertenecientes a un club de fans, se alertaron de la salida de una caravana de camionetascon destino el Palacio de los Deportes.
Una camioneta negra, con una pasajera rubia despistó a los seguidores, que no se percataron que el segundo vehículo iba tripulado, presuntamente, por la cantante, quien salió con lente oscuro y asomándose por la ventana.
Jamás bajó el vidrio, ni realizó un gesto de gratitud, sólo se retiró rápidamente mientras los fans perseguían despavoridos el automóvil, sin éxito.
Rápidamente, se retiraron, sin una foto y con artículos como discos, booklets, lonas y pancartas en blanco, pues tenían la ilusión de obtener la anhelada rúbrica de la cantante.
Antes, el club de fans Madonna México, se reunió en las escaleras del Ángel de la Independencia.
“Quisimos reunirnos aquí para poder conocernos con otros fans, con miembros que no conocíamos o chicos que vienen solos y querían competir la misma pasión con nosotros, por eso los citamos aquí”, dijo Roberto Coss, encargado del grupo, que planeaba reunirse en la Zona Rosa para de ahí partir al inicio del Rebel Heart World Tour en México.
Siguiendo a la Reina
Su sonrisa, su emoción y las playeras que usaban los hacían destacar de entre todos los fans que estaban fuera del hotel donde se hospedó Madonna en la Ciudad de México. Al hablar, su acento los delataba: no eran del Distrito Federal. Víctor y Alejandro Almanza (38 y 34 años, respectivamente) viajaron desde Salamanca, Guanajuato, para verla. Llegaron el martes y su primera parada fue el Palacio de los Deportes, donde escucharon las pruebas de sonido, previas al show de ayer y hoy. La segunda: un hotel en Paseo de la Reforma.
Pero eso no es nada para este par de admiradores, pues han seguido a la cantante a EU, Canadá y Francia: “Al principio ella no visitaba México, y cuando lo hizo en 1993 mi familia no me permitió venir al Distrito Federal, porque aún era menor de edad. Era muy complicado verla en vivo, así que crecí y decidí comprar un boleto para verla en Toronto en 2004. Es lo más increíble que me ha pasado”, relató Víctor mientras sonreía.
Dos años después, junto a Alejandro, su hermano inseparable, voló hasta París para verla en el tour Confessions on a Dance Floor. En 2008 la vieron en México por primera vez, y en 2012 la alcanzaron en Los Ángeles, durante la gira MDNA.
“Aunque ya la había visto en vivo, tenerla en mi país fue una sensación distinta. Sentí orgullo porque estaba con mis amigos, mis conocidos, con los míos… me sentí en confianza y sin miedo.”
De hecho, ambos tenían una idea de lo que verían anoche —y hoy— en el Domo de Cobre, pues en septiembre de 2015 fueron otra vez a Canadá para disfrutar el arranque de la gira de Madonna en Montreal.
Pero los conciertos, en los que siempre han ocupado las primeras filas, son sólo una parte de la admiración de Víctor y Alejandro por la Reina del Pop. Entre sus anécdotas está una que llevan grabada en el móvil: durante su estancia en Montreal se plantaron frente al hotel donde la cantante se hospedó; cuando salió, gracias a un descuido de sus guardaespaldas, se acercaron a su camioneta para decirle lo mucho que la admiran. A través del cristal, ella les correspondió con un sonrisa y un beso. Gracias a que forman parte de ICON, el club de fans oficial de la cantante, Víctor obtuvo un pase para asistir con ella a la inauguración de su gimnasio Hard Candy Fitness en la Ciudad de México.
En su anterior visita le llevaron mariachis a su hotel.