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Los devoradores de hombres

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Si algún día pasan por Chicago no pueden dejar de pasear por las calles del centro, disfrutando de su preciosa arquitectura fruto de la reconstrucción tras el incendio que arrasó la ciudad en 1871. Tampoco pueden perderse el Museo Field de Historia Natural: si es un enamorado de las ciencias naturales es imposible que lo pase por alto; y si lo es del cine de terror… ahí se rodó The relic. Sea como fuere, una vez dentro lo mejor es dirigir sus pasos a su gran atracción: un diorama de dos leones sin melena. Es la piel (y bajo ella, el cráneo) de los felinos que aterrorizaron a los obreros que construían la línea férrea de Kenya a Uganda a finales del siglo XIX. Si le gusta el cine sabrá que la historia -con algunas florituras made in Hollywood- se recreó en la película Los demonios de la noche, protagonizada por Michael Douglas y Val Kilmer.

La historia fue la siguiente. En marzo de 1898, mientras se construía el puente sobre el río Tsavo (Kenia), una pareja de leones macho sin manada empezó a atacar por la noche las tiendas donde dormían los trabajadores. Era una sorprendente acción coordinada de los dos leones: vigilaban el campamento y esperaban el mejor momento, justo bien entrada la noche y mientras los hombres dormían, cuando entraban, rasgaban la tela de las tiendas elegidas y atacaban y devoraban a sus víctimas. De nada sirvieron las empalizadas, cercados, vallas de espino o las hogueras que ardían por las noches para impedir su acecho. El miedo caló entre los trabajadores y muchos huyeron, paralizando las obras del puente dirigidas por el teniente coronel John Henry Patterson. El ingeniero militar británico instaló trampas por los alrededores y pasaba las noches en la copa de los árboles intentando, en vano, cazarlos. El 9 de diciembre abatió al primero y veinte días más tarde, el segundo. Según el mismo Patterson los leones habrían matado a 135 personas, aunque estimaciones recientes basadas en los marcadores isotópicos del cráneo de los leones parecen reducir su número a 35.

¿Qué llevó a dos leones machos a cazar juntos y solos, fuera de una manada? ¿Por qué acecharon y mataron a seres humanos de manera sistemática? Los biólogos han propuesto diferentes hipótesis para dar respuesta a esta última: desde la peste bovina de 1898 que dejó a los leones sin su presa habitual, a encontrar hombres muertos en el río Tsavo -por ahí pasaban las caravanas de esclavos a Zanzíbar-, pasando por las cremaciones rituales apresuradas de los obreros hindúes fallecidos, que atrajeron a los dos leones.

Por desgracia, ninguna de estas explicaciones dan cuenta de los sucedido en el río Tsavo, que revela un comportamiento animal totalmente inexplicable: durante diez meses dos leones solitarios aterrorizaron a centenares de trabajadores, a los que cazaban por la noche dentro de sus tiendas. Ni trampas, ni fuegos, ni espinos pudieron detenerlos: únicamente dos cartuchos del calibre 303 disparados por un fusil Lee-Enfield.

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