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Los desatados

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Por: Édgar Olivares

Cuando alguien se pregunta porqué ganan tan bien los funcionarios en México, la respuesta normalmente aceptada y “justificada” es que los altos salarios se otorgan para evitar que roben, para evitar esa tentación de llevarse más de lo que con su trabajo deben obtener de forma lícita.

Esta premisa está fuera de toda proporción. Lamentablemente, hoy por hoy ningún salario – por más jugoso que parezca – sacia la avaricia y sed de dinero de muchos políticos.

Como nunca, la nueva generación de gobernadores (la última década) ha generado saqueos monumentales a las arcas estatales, sin importar el daño que hacen a la población con los altos niveles de endeudamiento, los programas públicos de mala calidad y la corrupción que dejan como herencia en sus administraciones.

Hay una tendencia a señalar a los gobernadores emanados del PRI, pero más allá de políticos de un solo partido, están embarrados personajes de varios colores y más bien parece un mal en el ADN político de esta generación, que un asunto de siglas, aunque la mayoría de los mandatarios señalados son del tricolor.

Los nombres son ya muy conocidos: Javier Duarte (exgobernador de Veracruz, detenido en Guatemala), César Duarte (exgobernador de Chihuahua, prófugo); Tomás Yarrington (Tamaulipas, detenido en Italia), Guillermo Padrés (exgobernador de Sonora, detenido); Emilio González Márquez (exgobernador de Jalisco, viviendo feliz sin que nadie siquiera lo intente perseguir); Ángel Aguirre Rivero (exgobernador de Guerrero, acusado de corrupción y señalado como responsable por omisión en el caso Ayotzinapa) solo por mencionar algunos.

La única manera de inhibir los saqueos monumentales que hacen estos ladrones de cuello blanco, disfrazados de representantes populares, es llevándolos a la cárcel, generando sentencias ejemplares y provocando un verdadero temor entre quienes hoy gobiernan y gobernarán después, para que piensen dos veces antes de quererse hacer multimillonarios en seis años.

Muchos políticos están desatados, el combate a la corrupción parece un tema de discurso, algunas legislaciones que se usarán como bandera política y unos cuantos detenidos. Es por ello que urge un verdadero compromiso de las autoridades para castigar este delito y provocar gobiernos más austeros, transparentes y sobre todo honestos, así se tenga que lograr a base de detenciones y sentencias ejemplares. Que quienes llegan al poder entiendan – de una vez por todas – que estar ahí es para servir realmente a la gente y no para comprar un “seguro de vida” que les garantice una vida de riquezas y lujos; que esa tentación se convierta en una amenaza de pasar el resto de la vida, entre criminales y barrotes.

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