El mundo de la belleza y la cultura pierde a una de sus figuras más influyentes. La firma Estée Lauder anunció el domingo la muerte de su presidente emérito, Leonard Lauder, quien falleció el sábado a los 92 años en su hogar, rodeado de su familia. La noticia marca el fin de una era en la industria de la cosmética, dejando un legado imborrable en la historia empresarial y cultural.
Reconocido por su visión innovadora y liderazgo estratégico, Lauder fue una figura clave en la expansión internacional de la compañía familiar. Desde su incorporación en 1958, su influencia fue determinante para transformar una marca local en un gigante global, con marcas emblemáticas como Clinique, Aramis, La Mer y MAC, además de impulsar adquisiciones y lanzamientos que marcaron tendencia en el mercado.
Su trayectoria incluye cargos destacados, como presidente de la empresa entre 1972 y 1995 y director ejecutivo de 1982 a 1999. En 1995, asumió la presidencia, cargo que ocupó hasta 2009, dejando una huella profunda en la gestión y en el desarrollo de nuevos productos y marcas. Bajo su liderazgo, la compañía consolidó su presencia en más de 150 países y se convirtió en referente mundial en productos de lujo y cuidado personal.
Más allá de su impacto en la industria, Lauder fue un apasionado coleccionista de arte, con una de las colecciones de cubismo más importantes del mundo, que incluyó obras de Picasso, Braque y Léger. Su generosidad quedó evidenciada en 2013, cuando donó al Museo Metropolitano de Nueva York más de mil millones de dólares en obras, fortaleciendo su legado en el ámbito cultural.
Su compromiso con causas sociales también fue destacado. Cofundador de la Alzheimer’s Drug Discovery Foundation en memoria de su madre, y promotor activo en campañas contra el cáncer de mama a través de la Breast Cancer Research Foundation, Lauder dedicó parte de su vida a la filantropía y la promoción del bienestar social.
La familia confirmó que Lauder murió en paz, en su residencia, sin revelar detalles sobre la causa específica. Sobrevivieron a él su segunda esposa, Judy Glickman Lauder, así como sus hijos William y Gary, nietos y bisnietos. La pérdida de Leonard Lauder representa una huella indeleble en la industria de la belleza, la cultura y la filantropía mundial, pero su legado continúa vivo en cada rincón donde sus innovaciones y aportaciones dejaron su marca.