Ciudad de México, — La explosión de una pipa de gas LP ocurrida el pasado 10 de septiembre en el Puente de la Concordia, alcaldía Iztapalapa, ha dejado hasta el momento 21 personas fallecidas y más de 90 lesionadas. Detrás de cada nombre, hay una historia de esfuerzo, juventud, trabajo y familia que se apagó de forma abrupta.
Entre las víctimas se encuentran estudiantes, trabajadores, comerciantes y docentes. La más reciente en perder la vida fue Norma Chávez Ortega, de 50 años, quien permanecía hospitalizada en el Instituto Nacional de Rehabilitación. Su fallecimiento elevó la cifra oficial a 21 muertos.
El conductor de la pipa, Fernando Soto Munguía, también figura entre los fallecidos. Murió tras varios días de hospitalización, luego de que el vehículo que operaba perdiera el control y explotara.
Destacan casos como el de Alicia Matías Teodoro, conocida como la “abuelita heroína”, quien protegió con su cuerpo a su nieta de dos años durante la explosión. Su acto de amor conmovió al país y se convirtió en símbolo de fortaleza.
Otros nombres como Eduardo Romero Armas, repartidor por aplicación y padre de tres hijos; Juan Carlos Sánchez Blas, estudiante de primer semestre del IPN; y Jorge Islas Flores, artista plástico y docente del mismo instituto, reflejan la diversidad de perfiles afectados por el siniestro.
También se encuentran historias de personas en situación vulnerable, como Carlos Iván Cortez, y trabajadores como Misael Cano Rodríguez, empleado de limpia, padre y abuelo, cuya familia lo identificó por un tatuaje.
La Secretaría de Salud de la Ciudad de México ha difundido la lista oficial de víctimas, mientras que familiares y comunidades han rendido homenajes en escuelas, hospitales y redes sociales.
La Fiscalía capitalina continúa con la investigación por homicidio culposo, mientras se analizan las condiciones técnicas del vehículo, la responsabilidad de la empresa propietaria y las circunstancias del accidente.
Las historias de estas víctimas son un recordatorio del impacto humano detrás de las cifras. En medio del dolor, sus nombres permanecen como testimonio de una tragedia que ha marcado a la Ciudad de México.