El retroceso de los derechos humanos en Afganistán, sobre todo los de las mujeres que han quedado prácticamente borradas de la vida pública, son claros un año después de que los talibanes se hicieran con el control del país tras dos décadas de guerra, a pesar de las continuas promesas de cambio.
Desde su llegada al poder el 15 de agosto de 2021, los fundamentalistas han privado a las afganas de derechos sociales y del acceso al trabajo, impedido a las jóvenes acceder a la educación secundaria, amordazado a periodistas y acallado protestas entre las quejas de una comunidad internacional que por el momento no reconoce al Gobierno interino de los talibanes.