Por: Surya Palacios
@suryapalacios
La palabra que define gran parte de la vida (y muerte) del exrector de la Universidad de Guadalajara, Raúl Padilla López, bien lo dijo la Feria Internacional del Libro, institución y gran legado que presidía, es libertad.
Cuando lo conocí, en los años noventa, siendo rector de la máxima casa de estudios de Jalisco, si había algo que imperaba en las dependencias universitarias, y en especial en Radio Universidad de Guadalajara, eran esos vientos creativos, visionarios y libres, que muchos experimentamos como parte de la comunidad universitaria.
En los noticieros de Radio UdeG de esa época, cuando las tragedias se sucedían año con año en el estado, incluyendo esa terrible explosión del 22 de abril de 1992, los periodistas y conductores de la radio éramos libres de expresarnos sin cortapisas ni censura alguna. Todos aquellos que suponían, y lo siguen haciendo, que Raúl nos “daba línea”, se equivocan.
Y en esa misma libertad estudiamos quienes pasamos por las aulas de la Facultad de Filosofía y Letras, de donde el exrector también egresó. Él de historia, yo muchos años después de Sociología.
La transformación de la Universidad de Guadalajara, similar a la que alguna vez tuvo la Sorbona de París, a través de una reforma entonces adelantada a su tiempo, es solo una de las tantas iniciativas de Raúl, que marcaron para siempre no solo a la casa de estudios, sino a la ciudad, al estado y al país.
De aguda inteligencia y hábil en la negociación, sabía cómo abrir puertas, y a partir de eso, justo cuando el país estaba en transición, dejando atrás al partido hegemónico que nos gobernó durante más de setenta años, fue Raúl Padilla el creador de las instituciones que hoy son pilar de la Universidad de Guadalajara, y por ende de México.
Con su fallecimiento, se quedan en legado para jaliscienses y mexicanos, con el reto de ser fortalecidos ya sin su fundador, la Feria Internacional del Libro, el Festival Internacional de Cine, y el Centro Cultural Universitario, en el área de la cultura. Y lo mismo sucede con decenas de centros dedicados a la investigación científica, y los cientos de aulas de la Red Universitaria que extendió la enseñanza media superior y superior a todo el estado de Jalisco.
Para alguien que en el pasado dejaba de estudiar una carrera universitaria por no contar con recursos económicos para vivir en la capital del estado, acudir a la facultad en su municipio es impagable. Si esto ahora es posible, es gracias a Raúl.
Es cierto que las verdaderas transformaciones sociales no son obra únicamente de los hombres que las emprendieron, sino también de los colectivos que suelen seguirlos, lo que no implica dejar de reconocer a los forjadores de esas nuevas instituciones, justo en un momento como en el que vive el país, en el que la destrucción institucional es patente.
Por eso, admitiendo de antemano mi parcialidad, la partida de Raúl me deja una gran tristeza, pero sobre todo palabras de agradecimiento por lo que hizo de mi alma mater, de la ciudad y el estado. Hoy él ya es libre, como la historia que ayudó a forjar.