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La Complejidad de gobernar en México

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Por: Carlos Anguiano Zamudio

El mexicano es un hábil crítico, un consumidor exigente, un caprichoso elector y un ciudadano exigente. Somos un pueblo que demanda siempre que se nos atienda, que se nos den privilegios, que se nos aprecie, que se nos dé trato preferente y beneficios superiores. Eternos inconformes, burlescos, acomodaticios, ingeniosos, dicharacheros, un tanto apáticos y repelentes al esfuerzo social no remunerado.

Vivimos en un país inmerso en una profunda transformación socio cultural, atravesando una transición política acelerada, que nos ha llevado en los últimos 20 años a la caída del régimen funcional y hegemónico, que mantuvo el Partido Revolucionario Institucional (PRI) en un lapso ininterrumpido en el gobierno de 72 años, acontecido tras la generación de altos niveles de desgaste y pérdida de confianza entre el electorado, así como la intención de cambiar para conocer otras opciones de gobierno, lo cual desembocó en la transición democrática no violenta y la sana alternancia de partido en el mandato nacional que llegó en el año 2000 y que llevó al poder por 12 años al Partido Acción Nacional (PAN), que durante dicho período no pudo retener el gobierno federal, entre otras razones por no haber cumplido con la expectativa ciudadana de erradicar la corrupción, gobernar sin privilegios y excesos, recuperar la paz, la tranquilidad, la seguridad pública y mejorar la calidad de vida de los mexicanos, mejorando la economía de las familias populares, además de haber dejado a México hundido en un mar de sangre.

Durante el transcurso de las últimas 2 décadas, la izquierda mexicana ha sido capaz de alcanzar avances significativos, logrando victorias importantes, como la de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, quien después de haber sido derrotado en las elecciones presidenciales de 1988 por Carlos Salinas de Gortari y en 1994 por Ernesto Zedillo Ponce de León, alcanza la Regencia del Distrito Federal, capital de México en 1997, iniciando una era de gobiernos del Partido de la Revolución Democrática (PRD) que ha conservado el gobierno ganando las elecciones locales y que aún se mantiene en el poder.

La victoria del Partido de la Revolución Democrática (PRD) de 1997 en el Distrito Federal, significó un cambio en la escena política de México, puesto que ese mismo año el Partido Revolucionario Institucional (PRI) perdió la mayoría absosuta, por primera vez en la historia, en el Congreso. Sin embargo, su mandato se vio plagado de dificultades, como la incontrolable contaminación atmosférica de la urbe y, sobre todo, el crecimiento de la delincuencia.

Cuauhtémoc Cárdenas abandonó su cargo al frente del Distrito Federal para postularse a una tercera candidatura presidencial en las elecciones de julio de 2000. No obstante, en estos comicios se vio relegado al tercer lugar, tras el vencedor, Vicente Fox Quesada, del Partido de Acción Nacional (PAN), y Francisco Labastida Ochoa, del PRI, derrotado por primera vez, gobernando en consecuencia, la derecha mexicana.

El gobierno de Vicente Fox Quesada, logró números macro económicos positivos. Creó el Instituto Federal de Acceso a la Información, pero no logró cumplir sus promesas de campaña, debilitó la investidura presidencial al interior del País y mantuvo un mal manejo de la política exterior. Su gobierno está marcado por el protagonismo desmedido de su esposa y las sospechas de corrupción de sus hijos.

Por su parte, Felipe Calderón Hinojosa caracterizó su gobierno por el bajo déficit público, la eliminación de variaciones bruscas en el tipo de cambio frente al dólar y el control de la inflación. Sin embargo, no cumplió su compromiso de crear 2´000,000 de empleos en los 6 años de su período y logró crecimiento promedio del Producto Bruto Interno (PBI) de sólo 1.74%, propició una escalada de la violencia hasta niveles de ingobernabilidad con una estrategia de ataque a los cárteles de la droga, que afectó la vida cotidiana y puso en peligro la seguridad nacional.

Los dos sexenios panistas se caracterizaron por gozar de apoyo social proveniente de los círculos empresariales, bancarios, económicos, de la clase alta y los sectores conservadores de la sociedad, aunque al paso del tiempo, fueron dilapidando esos respaldos. Tanto la propaganda como la mercadotecnia política ofrecieron a la sociedad falsas esperanzas de bienestar y crecimiento, pero la inseguridad pública y la fallida estrategia de combate al narcotráfico generaron olas de secuestros, violencia urbana, asesinatos, incremento delictivo y pérdida de control del estado, propiciando niveles de ingobernabilidad alarmantes.

Posterior a ello vivimos el retorno del Partido Revolucionario Institucional (PRI) al gobierno, con el triunfo en 2102 de Enrique Peña Nieto, quien comparte con los dos anteriores Presidentes panistas, el haber derrotado en las urnas a Andrés Manuel López Obrador, quien tras haber sido Jefe de Gobierno del Distrito Federal por el Partido de la Revolución Democrática (PRD), acumuló 2 intentos fallidos consecutivos de ser Presidente de México, y permanece activo como opositor sistemático por tercer sexenio seguido, cuestionando y fustigando a quienes lo han superado legalmente en las urnas.

Actualmente, en México nos gobierna el presidente que menor popularidad y aceptación de su mandato ha tenido. Enrique Peña Nieto enfrenta la dificultad creciente de gobernar con el apoyo manifiesto de sólo 1 de cada 4 mexicanos, situación a la que se llegó provocado no sólo por el desgaste de su gestión, los errores cometidos, la circunstancia desfavorable económica internacional y algunos indicios que mueven los índices de gobernabilidad a niveles preocupantes, además de estrategias mediáticas y de operación política sistemáticamente aplicados por una oposición experta, que aglutina activos que provienen de la derrota y se mantienen desde hace más de dos lustros unidos por la administración de las derrotas y las prerrogativas de los partidos de izquierda. Son esas algunas de las causas fundamentales por las que hoy el presidente tiene el nivel de aceptación más bajo en la historia del México contemporáneo.

El decisivo papel de las redes sociales, que transparentan, denuncian, difunden en forma más horizontal la información volviéndola masiva al instante, ha creado que el bloque generacional conformado por los electores jóvenes, inmersos en una nueva dinámica social donde los partidos políticos son obsoletos a su visión y anacrónicos a su necesidad, sumado a la violencia hoy mezclada con el crimen organizado y aderezada de narcotráfico, así como el debilitamiento de la legitimidad del poder ejecutivo, único detentador del uso de la violencia de manera legal, auspiciado de autoridad para dirigir los destinos de la sociedad y conducir la conducta colectiva, a quien hoy se le confronta y se le cuestiona la aplicación de la ley y la conservación del estado de derecho, tal como lo hemos visto en el conflicto con la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), que es claro ejemplo de la debilidad de la autoridad formal ante el desafío de pseudo maestros, al amparo de la opinión pública implacable con el gobierno, impaciente, fustigante y antigobiernista, son los ejes sobre los que se sostiene la bóveda de desaprobación hacia el presidente de México, lo cuál presenta una situación inédita, que produce desconcierto entre sus adeptos y polariza aún más a sus adversarios.

Con este marco de referencia, difícil en grado extremo debe ser gobernar. Lo ha sido así desde hace 20 años y pese a ello, México ha salido adelante. En el escenario actual, lo ideal es que se revierta la desaprobación en el gobierno, la tendencia es que se sostenga por un poco más de dos años más, hasta que la banda presidencial sea entregada a otro mexicano, producto de una victoria electoral democrática, y lo catastrófico sería que avanzara aún más la desaprobación y la crisis alcanzara niveles de ingobernabilidad.

Lo cierto es que se ha abierto la caja de Pandora y los males que de ella escaparon, se arraigaron en nuestra sociedad afectando nuestra joven democracia, desatando agitación, devastando el debate temático, entorpeciendo la resolución de la agenda social y limitando la capacidad del gobierno de avanzar de la mano del pueblo, que ha elegido transitar por vías diferentes, libres de injerencia del gobierno, pero encaminadas a penetrar en él y gobernar, sin saber que el desgaste a las instituciones, la pérdida del respeto a la función pública, el adelgazamiento de la legitimidad de la clase política, tendrá efectos extendidos por mucho más que un sexenio y el daño colateral prácticamente nos afecta a todos, incluidos los propiciadores del caos. Así es y será cada vez más complejo gobernar.

www.inteligenciapolitica.org
@carlosanguianoz en Twitter

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Periodista, resignado Atlista, enamorado de mi ciudad y de mi Estado. De L a V en punto de las 7am al aire @1070noticias http://bit.ly/oYJFU2