La violencia criminal en México ha sumado otro caso estremecedor. Mientras el país aún no termina de asimilar la brutalidad en torno al secuestro y asesinato de la maestra Irma Hernández Cruz en Veracruz, ahora es en Tabasco donde una nueva tragedia ha sacudido a la sociedad: Noemí, de 16 años, fue secuestrada, torturada, asesinada y utilizada por el crimen organizado para sembrar miedo.
Fue el pasado 24 de julio, sobre la carretera Vía Corta Cunduacán–La Isla, cuando fue encontrada una hielera de unicel blanca. Al interior, y envuelta en una bolsa negra, autoridades localizaron una cabeza humana junto con un narcomensaje escrito por un grupo criminal de la zona.
Días después, familiares identificaron a la víctima: Noemí “N”, de 16 años, originaria de la ranchería Cumuapa primera sección en Cunduacán. Se encontraba desaparecida desde días antes del hallazgo.
Informaciones recogidas por medios locales señalan que Noemí habría estado embarazada al momento del crimen. La adolescente fue levantada en la comunidad La Libertad, torturada y finalmente decapitada.
El resto de su cuerpo fue ubicado en un tambo de plástico flotando en el río Samaria, también en Cunduacán, en circunstancias que continúan bajo investigación.
Pese a la presión ciudadana, hasta las autoridades no han detallado los posibles móviles del caso, ni el avance de las investigaciones. Versiones no oficiales sugieren que su pareja sentimental está vinculada con un entorno de riesgo, lo cual podría haberla situado como objetivo del crimen organizado.
Al respecto, Brayan LeBaron, reconocido activista contra la violencia, escribió en redes sociales: “Los niños no son mensajeros del miedo. En Tabasco decapitaron a Noemí, era una niña de 16 años, su destino fue terminar en una hielera y su vida fue utilizada para mandar un mensaje que busca seguir sembrando el terror. Lo peor es que nuestros niños están pagando con la vida esa complicidad. No podemos permitir que nuestros hijos terminen siendo los mensajeros del miedo”.
Por su parte, Ceci Flores, del colectivo Madres Buscadoras de Sonora, puso voz al dolor familiar: “No existe un dolor más grande que el que se siente cuando uno pierde a un hijo, pero se multiplica cuando sabes que su despedida fue llena de sufrimiento y miedo y no estuviste ahí para defenderlo”.