La crisis del COVID-19 en las Universidades Privadas
Por: Alberto Fernando Velasco Vera
La pandemia del COVID-19 ha dejado al descubierto una serie de incapacidades al no estar preparados para enfrentar una situación como la que estamos viviendo. Y el sistema educativo no es la excepción.
Si bien es cierto, desde el pasado 15 de marzo en que se declaró la suspensión de clases presenciales en el sistema educativo en todos sus niveles, se apuntó que se tendrían que llevar a cabo a través de diversas plataformas digitales, pero estas generaron un problema de adaptación para familiarizarse y aprender a usarlas. Fue difícil realizar las “tareas” y que se convirtieran en medios para la realización de actividades y suplir las clases presenciales.
En las universidades privadas en todos los niveles socioeconómicos, predominó la queja constante ante la incapacidad de soportar el que miles de alumnos se conectaran a la vez para tener sus clases como “Dios manda” y de esta forma, quedó exhibido que no estaban preparados para albergar a todos los usuarios, incluyendo los docentes.
Quedó también de manifiesto el nivel de actualización de algunos docentes en el uso de las tecnologías de información y comunicación (Tic´s), quienes con dificultad pudieron superar esta condición. Además, en muchos casos, fueron sus alumnos quienes les asesoraron para el uso de plataformas como Zoom, hangouts Meet, etc.
Si bien en México, como en muchos países, la educación es un derecho y el Estado está obligado a garantizarlo a través del sistema nacional de educación y su red de universidades públicas, muchas no se dan abasto para recibir al 100 por ciento de los aspirantes; en el nivel básico esta demanda está cubierta, solo queda a decisión de los padres de familia que buscan una mejor preparación para sus hijos y requieren una educación de mejor calidad y atención casi especializada, y no por que la educación pública no lo sea.
Las Universidades privadas son una especie de concesión que el Estado otorga a través de un reconocimiento de validez oficial de estudios y que, como toda organización empresarial, genera gastos fijos, como es el pago del mantenimiento del inmueble, la nómina del personal y los servicios con que cuenta. Estos gastos se cubren con las aportaciones mensuales de sus alumnos.
En sociedades como la nuestra, la educación privada representa un status social, sea en cualquier nivel, surge como una opción, como una alternativa para la comunidad que desea superarse, ofertando programas educativos que las universidades públicas no pueden impartir por carecer del recurso o de la infraestructura; por otro lado, algunos alumnos ingresan a ellas al ver truncado su ingreso a la universidad pública, buscan continuar sus estudios mediante “una escuela de paga”.
Lo que si es cierto, es que a nadie se le obliga a ingresar a determinada universidad privada, cada alumno de acuerdo a sus posibilidades, decide dónde y qué estudiar, ya sea por precio, calidad y servicio, así como ubicación e infraestructura. De ahí que los costos sean tan diversos y comparativamente abismales, pues hay escuelas en donde los estudiantes pagan al mes lo que en otras pagan por semestre, o bien, lo que un estudiante paga por su carrera, en otra universidad paga al semestre, así de diverso el mundo de la universidad privada.
Esta contingencia de COVID-19, ha puesto a las universidades privadas en una especie de jaque, ya que a decir de sus alumnos, se sienten defraudados. Se pueden leer en sus redes sociales expresiones como “yo pago por clases presenciales no en línea”, “he hecho más tareas en este mes que en toda la carrera”, “la universidad debería de condonar el mes que no hemos asistido a la escuela” y así podríamos contar innumerables opiniones.
Lo que es cierto, es que en México tenemos la cultura del “no pago”, siempre buscamos la forma de no pagar “más de lo que consideramos justo”, pero justo de acuerdo a qué o a quién. Contratamos a un contador para que nos ayude a no pagar los impuestos o ya de menos a pagar lo menos posible; solicitamos los servicios de un abogado, pero le pagamos si nos resuelve el caso a favor y si no, buscamos a un conocido para que lo resuelva, cuando se va al tianguis se busca llegar a un arreglo en el pago de lo que se está adquiriendo, pareciera que es parte del ADN de los mexicanos.
Pues bien, por lo general todas las universidades elaboran un contrato de prestación de servicios y quienes los firman es porque están de acuerdo con sus condiciones y por tanto, asumen el compromiso de lo que como universidad ofrece y de lo cual se acepta al cubrir las mensualidades marcadas en dicho contrato.
Esta contingencia ha generado una crisis económica que va en escalada, es notorio que cuando hay crisis económica, uno de los primeros sectores donde empieza a manifestarse es en el educativo. Hoy con el cierre de negocios y de servicios, muchas familias padecen los estragos de la crisis de salud que ya tiene repercusiones de tipo económico, pues se empiezan a registrar reducciones en los ingresos familiares y en el peor de los casos el despido, ya no se diga a los que viven al día generando sus propios ingresos. Y si a ello aunamos la falta de cultura del ahorro, pues el impacto es mayor.
Así, las universidades privadas están en jaque, sufren el aislamiento social, la amenaza de no pago de los estudiantes y el darse de baja por no tener recursos para cubrir la cuota, así como la sugerencia de las autoridades de buscar que se faciliten las evaluaciones y acreditaciones de las materias prácticas, donde requieren asistir a centros de trabajo en esta contingencia que ha paralizado prácticamente todo.
Ante la crisis, las universidades privadas han optado por apoyar a sus alumnos, ofreciendo descuentos de entre el 10 y el 20 por ciento durante los meses que dure la contingencia y ofrecen atractivos descuentos para la inscripción del próximo semestre, aunque también hay quienes se mantienen en el 100 por ciento de su cobro.
Al parecer las autoridades han olvidado a las universidades privadas en dar apoyos, al igual que a sus estudiantes, pues conforme al criterio de algunos funcionarios, como están en una escuela privada, no tienen necesidad. Es más acierto no ir a la escuela y vivir de NiNi. La universidad privada también está en crisis.