Durante los primeros 100 días del segundo mandato de Donald Trump, la política arancelaria ha tomado el centro del escenario, provocando un despliegue de tensiones económicas que ha sacudido los mercados internacionales. Aunque los aranceles constituyen la principal herramienta de la administración Trump, su uso ha sido moderado por las reacciones adversas del mercado y la presión de líderes empresariales.
El 2 de abril, Trump presentó oficialmente una serie de aranceles en un evento que él mismo denominó el «Día de la Liberación». Sin embargo, menos de una semana después, el caos generado por sus decisiones obligó a la Casa Blanca a frenar su ímpetu, imponiendo una pausa de 90 días en la implementación de la mayoría de los aranceles enunciados. Actualmente, solo se mantienen vigentes el arancel del 25 por ciento al acero y el aluminio, un 10 por ciento a gran parte de las importaciones, y un 145 por ciento a productos provenientes de China.
Expertos y economistas han señalado que el constante vaivén de estas decisiones refleja un estado de incertidumbre y miedo por parte de la administración, a pesar de las afirmaciones de Trump de que no está preocupado por las fluctuaciones del mercado. La reciente subida de los rendimientos de la deuda pública ha sido un factor decisivo que llevó a la Casa Blanca a reconsiderar su estrategia en torno a los aranceles.
Pierre-Olivier Gourinchas, economista jefe del FMI, ha alertado sobre la llegada de una nueva era económica a nivel mundial, con pronósticos de desaceleración en el crecimiento global como consecuencia de la guerra comercial. A pesar de que el enfoque se ha centrado en China, tal como lo establece la estrategia arancelaria, el impacto en los mercados ha sido extensivo, afectando la economía estadounidense y generando incertidumbre en las proyecciones económicas mundiales.
En este escenario, las tensiones con China han alcanzado niveles históricos, con Pekín aplicando sus propias represalias arancelarias en respuesta a las medidas de Trump. Sin embargo, la administración Trump ha comenzado a abrir la puerta a negociaciones, impulsada por un reconocimiento interno de que la guerra comercial en sus términos actuales es «insostenible», según declaraciones de altos funcionarios del Tesoro.
A nivel nacional, la opinón pública no parece estar alineada con las políticas arancelarias. Una reciente encuesta del Pew Research Center revela que el 59 por ciento de los estadounidenses se opone a los aumentos de aranceles establecidos por la administración, lo que sugiere un desafío adicional para Trump en su búsqueda por legitimar su estrategia comercial.
Con la economía global en un hilo y una administración que navega entre la ambición y la contención, el futuro de la política arancelaria de Trump queda en el aire, mientras el mundo observa de cerca los próximos movimientos de un mandatario que ha prometido cambiar las reglas del juego.
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