Argentina fue conocida, durante los últimos treinta años del siglo XIX, como “el granero del mundo”. Su capacidad productiva de trigo, maíz, girasol y otros cultivos era tan grande que las exportaciones se convirtieron en su principal fuente económica, firmando quizás el certificado (de la propia condena) que la dejaría casi para siempre como una economía primaria. Su rol como exportadora de alimentos nunca se modificó, pero sí cambiaron las formas de sembrar, cuidar y cosechar. Y fue allí donde los agroquímicos se convirtieron en un engranaje fundamental de la producción contemporánea.
Desde hace años hay una batalla por los productos que se usan para desmalezar y cuidar la producción agrícola y allí el “glifosato” está en el centro de la escena por sus componentes contaminantes que, en muchos casos, han producido malformaciones y problemas en la población. Pero no es una cuestión zanjada: otros dicen que, en rigor, no son peligrosos.
Por estas razones, un abogado especialista en daño ambiental impulsó una demanda colectiva ante la Corte Suprema de Justicia argentina para suspender las fumigaciones en el territorio argentino. Esto se debe a que varios estudios han señalado que el uso de agroquímicos como el glifosato afectan la salud de las personas. Las empresas tienen hasta el mes de marzo para explicar su situación. ¿En qué consiste esta demanda colectiva?
Deberán demostrar que no produjeron perjuicios por el uso de agroquímicos como el glifosato para la producción agropecuaria. Pero todo esto tiene un contexto.
Un problema no es nuevo
Monsanto, Bayer, Syngenta. Esas son las empresas que fueron demandadas por un grupo de abogados, encabezados por Daniel Sallaberry, para que expliquen exactamente qué contienen los productos que se usan para fumigar. Pero la cuestión viene desde largo: a pesar de que se habla poco del tema, diversos profesionales y ambientalistas advierten sobre esta situación.
En mayo del año pasado, 30.000 profesionales de la salud exigieron que se prohíba uno de los productos más utilizados en la producción agrícola argentina: el glifosato
El glifosato según CASAFE (una de las entidades que promueve su uso en la Argentina) “se utiliza para eliminar la competencia de malezas en los cultivos por luz, agua y nutrientes”, y es un herbicida que se autorizó a ser usado por primera vez en Estados Unidos, en 1974. Este combina elementos químicos que inhiben el trabajo de enzimas que permiten a las plantas llevar a cabo procesos esenciales para la supervivencia, y esto suele ser utilizado para prevenir que los insectos afecten las cosechas, o las plagas, o distintos factores que intervienen en el proceso productivo.
El nombre de “Monsanto” aparece como primero de la lista porque lo creó, pero la patente de este pesticida está liberada desde el año 2000. Hace unos 9 años, un documental francés trazó la radiografía del glifosato
Ahora bien, el glifosato presenta problemas. Desde la la Federación Sindical de Profesionales de la Salud de la República Argentina (Fesprosa) han denunciado casos de malformaciones en argentinos, producto del uso de este herbicida. Por supuesto, la polémica está echada a rodar y todos los que integran la cadena de cultivo y producción suelen desmentir cualquier tipo de problema.
Pero esto se basa en las denuncias de la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC), que depende de la Organización Mundial de la Salud (OMS), y que ha puntualizado con diversos casos que el glifosato es tan peligroso como el PCB de los viejos transformadores o el virus del papiloma humano (HPV). La OMS informó que existe evidencia científica suficiente para declarar potencialmente cancerígeno al producto que de la multinacional estadounidense.
“El glifosato no sólo provoca cáncer. También está asociado al aumento de abortos espontáneos, malformaciones genéticas, enfermedades de la piel, respiratorias y neurológicas”, enfatizaron desde la Federación Sindical de Profesionales de la Salud Argentina (Fesprosa).