Por: Luis Cisneros Quirarte
Tras la muerte de Francisco Franco en 1975, España ha sido gobernada por tres partidos. La Unión de Centro Democrático de Adolfo Suárez, una coalición partidista que gobernó los primeros cinco años de la transición española y que después se disolvió; el Socialista Obrero Español (PSOE), de izquierda; y el Partido Popular (PP) de derechas: estos últimos se han alternado desde 1982 la gestión de gobierno.
La crisis financiera mundial de 2008, que en España se tradujo en muy elevados niveles de desempleo y recortes a programas sociales, aunado a reiteradas evidencias de corrupción por parte de sus dirigentes, alimentó el desencanto ciudadano con su clase política.
Expresiones espontáneas de protesta que crecieron gracias a la interactividad de las redes sociales virtuales, como el Movimiento de los Indignados de 2011, encontraron cauce institucional con la fundación en 2014 de Podemos, un partido político a la izquierda del tradicional PSOE, que bajo la dirección de Pablo Iglesias, ha venido ganando posiciones en el Parlamento Europeo y en los gobiernos regionales y municipales desde entonces.
Por otra parte, el reto independentista de Cataluña, que divide no solamente la opinión pública de España sino también la de los catalanes mismos, fue caldo de cultivo para que una opción política que desde el territorio catalán plantea la pertenencia a España, desbordara los límites regionales y se implantara en el país, como es el caso de Ciudadanos de Albert Rivera.
Así, el tradicional bipartidismo español quedó superado con el surgimiento de dos formaciones partidarias que le disputaron la clientela de izquierda al PSOE (Podemos) y la de centro derecha al PP (Ciudadanos). Los resultados de las elecciones generales del 20 de diciembre pasado lo confirmaron. Sin embargo, el nuevo esquema de competencia real, que pasó de dos partidos a cuatro, presenta mayores complejidades para conformar un gobierno, que para el caso de España, requiere del respaldo de al menos la mitad más uno de los diputados electos (el gobierno español es parlamentario: el presidente es elegido por la mayoría del congreso).
El PP ganó una mayoría simple, que sin embargo le fue insuficiente para repetir gobierno con Mariano Rajoy. El PSOE y Ciudadanos se aliaron para proponer al líder socialista, Pedro Sánchez, como presidente. Con la negativa de Podemos a sumarse a esta alianza, bajo el reclamo de un gobierno de coalición entre PSOE y Podemos que excluya a Ciudadanos y que abra la puerta al reconocimiento de la independencia catalana, inaceptable para los socialistas, ambas alternativas de gobierno fracasaron.
La consecuencia es que, a menos que en los próximos días ocurra un giro inesperado, habrán de repetirse las elecciones el 26 de junio del presente año, lo que de cualquier modo, no augura se desate con ello el nudo existente. Un amplio sector de la sociedad que no se ve reflejado en los dos partidos tradicionales, la polarización entre los dos nuevos partidos emergentes, y la incapacidad de diálogo entre las formaciones políticas todas, que vaya más allá de bloques minoritarios, tiene a España en la indefinición política, y en el riesgo de la ingobernabilidad.
La política es en España el problema, y también la única solución.