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Escombros en mi mente – La noche en que maté a Maximiano

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Por: Rodolfo Chávez Calderón

En Jalisco, durante algún tiempo, los últimos años del Siglo XX y los primeros del Siglo XXI, enseñoreó un grupo de campesinos que bajo el nombre de El Barzón atemorizó a jueces, magistrados, a funcionarios bancarios y a otras autoridades, ya que se manifestaban en protesta contra actos de corrupción o simplemente considerados de injusticia, lo mismo haciéndose acompañar de tractores, que introducían hasta el centro de la ciudad, como por vacas, y valiéndose de otras formas de presionar a las autoridades con el fin de que cedieran, o simplemente que la sociedad se enterara de sus reclamos de justicia.

Los lideraba Maximiano Barbosa Llamas, quien sufrió agresiones durante sus paradas que siempre atraían poderosamente a la opinión pública.

Entre otras personalidades, hubo jueces que sufrieron el escarnio de ser “emplumados”, con chapopote y paseados por las calles de la ciudad, por eso se hicieron temer, ya que actuaban a pesar de la oposición de los “antimotines”.

El caso fue que después de alrededor de una década de acciones frecuentes, Barbosa Llamas se alejó bastante de las cámaras y micrófonos, para sumarse a acciones políticas, aparentemente más civilizadas que las de su pasado.

Cuando al parecer había determinado salir de su retiro y reintegrar el movimiento Barzonista, al que se habían sumado ya unos quince mil deudores a la banca hipotecaria, el 26 de agosto de 2009, Barbosa Llamas y su familia se encontraban en el balneario El Retano, en Casimiro Castillo, Jalisco, cuando tres pistoleros a eso de las ocho de la noche se hicieron presentes para disparar contra él y su hijo Maximiano Barbosa Robles. Ambos quedaron malheridos.

Debido a la distancia entre Guadalajara y Casimiro Castillo (alrededor de 232 kilómetros), fue necesario realizar una serie de llamadas telefónicas para conseguir la información antes del cierre de edición de La Prensa Jalisco, de la cual quien esto escribe se desempeñaba como subdirector, y poder compartir la nota con El Occidental, pero conforme pasaban los minutos, la situación se hacía más urgente.

Llegó el momento en que el editor, que también la hacía de fotógrafo, reportero, redactor, chofer y diseñador gráfico, tras de hacer algunas llamadas a la Cruz Roja más cercana al sitio de la agresión, determinó que Maximiano estaba muerto. No sin antes discutir, argumentar, dudar y advertir, ante la seguridad mostrada por mi compañero, decidí cuál sería la cabeza principal del periódico: “Mataron a Maximiano Barbosa”, después pensaría, ya cometido el error, que el mismo efecto habría ocasionado la información con un título: “Balearon a Maximiano Barbosa”, pero esa idea llegó tarde, cuando el periódico estaba ya en las calles difundiendo tal mentira.

Como era de esperarse, aunque en la redacción, creo que nadie, ningún jefe se permitía leer La Prensa Jalisco, no hubo regaños ni llamadas de atención, sólo mi compañero Editor y yo nos “auto sonrojamos” la noche siguiente, pero afortunadamente el periódico que sale un día, al siguiente pierde actualidad y procedimos a preparar la redacción y diseño del siguiente número.

El periódico La Prensa Jalisco, cuyo primer director fue el señor Modesto Barros González, y yo el primer y último subdirector (2000 a 2013), llegó a imprimir 16 mil periódicos en repetidas ocasiones, con lo que se superó el tiraje del periódico hermano El Occidental, hasta en un 60 por ciento.

Y todo este relato lo hago con el fin de evidenciar que el reportero no siempre las tiene todas consigo, lo mismo acumula aciertos, éxitos noticiosos, que yerros, especialmente cuando la premura del tiempo o la urgencia circunstancial contribuye a provocar que se suprima el rigor periodístico, elemento indispensable para garantizar la confiabilidad de un comunicador. Mea culpa.

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