Por: Óscar Benavides
Fue una impactante frase de James Carville, asesor del demócrata Bill Clinton, en su exitosa campaña política durante 1992. Esta narrativa lo impulsó exitosamente a la presidencia de Estados Unidos ante el poderoso republicano, George Bush padre.
Dicha frase continua hoy, tan vigente como entonces, ante gobernantes obsesionados por “equilibrar” la economía a través de programas de austeridad y recortes presupuestarios en vez de utilizar instrumentos inteligentes de reactivación económica que generen incentivos y verdadera confianza para la inversión y el empleo.
Las políticas restrictivas del sector público, funcionan de forma diferente a la economía de una familia (en donde el “apretarse el cinturón” suele ser útil y recomendable). AMLO, en vez de aumentar la confianza de consumidores y empresas, la está debilitando. En lugar de detonar la inversión privada y el empleo, paradójicamente, con su “austeridad republicana” está provocando el efecto contrario.
El enorme derroche de recursos orientado a obras faraónicas y sin la adecuada viabilidad ambiental, económica, jurídica ni técnica, tampoco ayudan a la confianza. La cancelación del aeropuerto de Texcoco, La refinería de Dos Bocas o el Tren Maya han tenido el efecto equivalente a detonar un petardo en una plaza llena de aves… y así, muchos inversionistas están “volando” a otros espacios más confiables.
AMLO dice que la economía “está requete bien”, que la inflación y el tipo de cambio de nuestra moneda están bajo control…. Pero analicemos un poco. El responsable de mantener la inflación bajo control es el Banco de México, un órgano autónomo (si, uno de muchos que, aunque no muy apreciados por la 4T, también cumple apartidista, técnicamente y eficientemente con sus funciones). Y aunque la inflación está razonablemente controlada por Banxico, lo hace a un alto costo: pagando altísimas tasas de interés a los inversionistas. Tasas que erosionan y encarecen la productividad de las empresas que operan en México.
¿Y el tipo de cambio? Aquí intervienen dos variables muy importantes: 1) Las altas tasas de interés (comentado en el párrafo anterior) que ofrecemos a inversionistas de diversos instrumentos en pesos y 2) El hecho que México aun mantiene el famoso “Grado de Inversión” ante las calificadoras internacionales. Grado que estamos muy cercanos a perder y si así sucede, los algoritmos de muchos e importantes fondos de inversión, determinarán retirar sus inversiones de México, afectando, ahora si, el tipo de cambio.
Ante la reciente renuncia del Secretario de Hacienda y Crédito Público, se evidencia una gran preocupación por miembros del gobierno sin el debido conocimiento y con ordenes de imponer criterios económicos de cuestionable eficiencia, sobre todo en materia energética
Todo lo anterior se mezcla en un peligroso cocktail que ya sufrió su primer decrecimiento económico en el 1er. trimestre del año. En las próximas semanas conoceremos el resultado del 2o. Trimestre del 2019 y, si resulta nuevamente en una disminución del PIB nacional, nos encontraremos técnicamente en una “recesión económica”…. Y esta es una situación económica que no hemos sufrido en el país desde el famoso “efecto tequila” a mediados de la década de los 90.
La necia realidad ya se está haciendo escuchar y está a punto de gritar que en economía “no hay lonche gratis” y que los errores se pagan.
Y, si esto sucede, de poco servirá que AMLO “tenga otros datos”.
