Por: Fernando Plascencia
No he escuchado que ningún político actual se atreva a declarar que no atenderá la salud mental de la población. Supongo que pensarán que negarse, antes de una reflexión profunda sobre el tema, sería complicado en pleno período electoral.
Es cierto que la salud mental se tiene en el nicho de los derechos a la salud y que las instituciones internacionales lo declaran en documentos enteros, con diagnósticos que les dan su origen a diversos factores, como sociales y económicos. Pero que además acompañan decenas de propuestas para que gobiernos e instituciones empujen su atención.
Pero ¿realmente los políticos tienen estudiado lo que dicen cuando señalan que van a generar acciones para atender la salud mental de la población? De todas las declaraciones hechas por políticos, esta es la que considero que requiere de precisión y propuesta claras.
Antes de avanzar, veo que aquí hay algo seductor que puede estimular las acciones, y es que por fin se harían cargo de un problema olvidado, porque hay números que marcan que el problema crece todos los días y es que las instituciones tienen la sutileza de cuantificarlo en cantidad suicidios. Lo que nos dice INEGI es que en 2022 hubo 654 y en 2023 hubo momentos del año donde Jalisco fue el segundo lugar a nivel nacional.
No obstante, lo difícil de proponer soluciones a la salud mental es, que propuestas como estas nos hacen pensar en una nueva idea acerca del Estado y sus funciones que no se ha discutido a fondo en nuestro país y estado, ni mucho menos hemos escuchado explicaciones de políticos.
Este parece ser un problema novedoso al que no nos habíamos enfrentado, seguramente nuestros abuelos no tenían idea que eso podría hacer el gobierno, y hoy en día, hay campañas enteras para señalar la importancia de la intervención mental de la población.
Pero esto no para aquí, veo otra dificultad que radica en definir qué será exactamente lo que brindará el Estado, en términos de bien o servicio, quiénes tendrían que ser los que accedan, si un grupo definido o por medio de sorteo. Atender la salud mental es tan novedoso que será el Estado un influenciador en un modelo de pensamiento a toda la sociedad, que tendrá que ser capaz de medir la parte más íntima que tenemos y a la que nadie ha entrado nunca, nuestro bienestar mental.
¿Quién es el Estado para hacer esto, es la institución apta para hacerlo? Por lo pronto estaríamos con ello redefiniendo las labores de un Estado frente a algo tan íntimo y preciado como ya señalé, el bienestar emocional. Debemos pensar y preguntarle a los que están de acuerdo con este tipo de políticas, ¿qué será lo que finalmente se cambiará para bien en la realidad, en la sociedad y en los individuos?
Los candidatos ofrecen propuestas para la salud mental, a secas, pero sin compañía de reflexiones, implicaciones, ni mucho menos evidencia que acompañe a sus dichos. Por supuesto que no insinúo que el Estado tendrá el control de las mentes, pero lo que sí es que la gente debe estar enterada de lo que implica.
Por último, veamos si es momento de iniciar con este tipo de políticas o requieren de más tiempo en la plancha pública para que maduren.