Por: Felipe Guerrero Bojórquez
Medio siglo después lo inmutable, lo impune, pasó a convertirse en una pesadilla para la clase política mexicana. Todavía hace poco más de un año, era impensable que a Ismael “El Mayo” Zambada alguien en México lo tocara. Mucho menos que de la noche a la mañana el señor del Sombrero, amaneciera en los Estados Unidos como rehén del FBI y la DEA, en medio de un escándalo internacional que a la postre mantiene en el insomnio a no pocos. Nunca fue perseguido por la autoridad y jamás se le conoció una orden de aprehensión. De ese tamaño su poder. Y su protección en México.
Quién de los políticos que empoderó El Mayo y viceversa, habría pensado alguna vez sobre la comparecencia de Zambada ante el temido juez, Brian Cogan, del Tribunal Federal del Distrito del Este con sede en Brooklyn, Nueva York. Ni en sus sueños más impunes, ni en los arrebatos traicioneros que suelen asaltar, con frecuencia, a quienes desde el poder se creen dueños de todo.
El Mayo dijo muchas cosas, no con la profundidad que impide el protocolo de una corte, pero sí con la revelación general de la que los fiscales han, seguramente, desprendido datos muy específicos. ¿Qué le dijo al juez?: Le expresó que como parte de este negocio, promovió “la corrupción en México y sobornó a policías, mandos militares y políticos” y que eso “continuó durante todos los años en que estuve en control”. ¡Zaz! o sea hasta el año pasado. Es decir, abarca desde el 2024 hasta 50 años atrás. Solo que hasta ahora lo traicionaron. ¿Los perdonará o se quedará con ella, hasta que la muerte lo sorprenda en una celda extranjera? ¿A cuántos les dio poder económico y político? Hoy, por supuesto, juran no haberlo conocido.
Pero en el teatro de la política de Trump, Ismael “El Mayo” Zambada acaba de tomar el micrófono con esa confesión que acalambró piernas y provocó diarreas. La Fiscal General de Estados Unidos, Pam Bondi la llamó victoria histórica; lo dijo cautelosa porque el libreto real de la obra quizá contemple la exhibición de aquellos vecinos intocables.
En un México donde la impunidad duerme a pierna suelta, la frase “sobornó a políticos, policías y militares” emerge por el momento como revelación sin consecuencias inmediatas, pero despierta recuerdos en aquellos que le rendían pleitesía y le pidieron mil favores electorales, políticos y administrativos. Ellos hoy enfrentan el temblor de la declaración, el frío que les recorre la espalda en pleno calorón, el vuelco estomacal, y el estrés que los revuelca en el colchón. No por miedo a la justicia mexicana, sino porque un día de estos sean entregados en charola de plata, traicionados por sus mismos correligionarios, requeridos por el Trump que juega muy bien a la presión mediática. Y también al control económico. ¿Ocurrirá?
El Mayo, esa leyenda surgida desde las entrañas de Culiacán, negocia su propia oferta: confiesa, sí, pero solo a cambio de que no le den la pena de muerte. Y con ello pone en jaque a todo el sistema que lo protegió: Presidentes, gobernadores, diputados, alcaldes, jefes policiacos, militares, jueces. Ese aparato que la administración Trump ha denominado narco-Estado y que hoy ofrece sus pruebas más fehacientes porque tiene rostro y huellas. Cierto, la vieja complicidad en las localidades podría ponerse en escena con nombre y apellido. Partidos que alguna vez recibieron financiamiento o favores quedarán bajo sospecha, lo que podría desatar acusaciones cruzadas y purgas selectivas, sino es que cierran filas y se tapan con la misma cobija.
En cambio para México, esto es pólvora política. La carga informativa que El Mayo arrastra podría destapar la cloaca a la que nunca le pegó el sol. A los políticos corrompidos los ha iluminado el brillo del poder y el dinero mal habido. En realidad siempre han sido sombras que creyeron que la luz de la verdad nunca los tocaría. Es que ya están tocados, vayan o no a parar a la cárcel o a Estados Unidos. La historia reciente de su propia soberbia y cinismo se ha encargado de exhibirlos. Han sido eso: piezas de un tejido que está en proceso de deshilacharse.
Si Estados Unidos aplica sus dichos contra el narco Estado y Claudia Sheinbaum se decide enfrentar a los narco políticos que la mantienen como rehén, entonces lo que viene no será un simple calor, será fuego que puede calcinar carreras enteras. Ya veremos.