Después de doce días de intensos enfrentamientos, Israel e Irán acordaron un alto el fuego que entró en vigor en la madrugada del 24 de junio, dejando tras de sí un saldo de cientos de fallecidos, en su mayoría en territorio iraní, y múltiples interrogantes sobre el impacto real del conflicto. La negociación, impulsada por Estados Unidos en colaboración con Catar, no ha revelado aún los términos precisos del acuerdo, generando más incertidumbre que certezas en torno a las futuras relaciones entre ambas naciones.
El conflicto, conocido como la “Guerra de los doce días”, centró sus hostilidades en bombardeos y ataques a objetivos militares y nucleares en Irán, en un contexto donde Israel intentaba justificar una ofensiva destinada a retrasar el avance del programa nuclear iraní. Sin embargo, las evaluaciones sobre la efectividad de las acciones israelíes difieren entre analistas y agencias de inteligencia, quienes señalan que aún no está claro si la capacidad de Irán para enriquecer uranio se ha visto significativamente afectada.
El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, afirmó que las instalaciones nucleares iraníes estaban “completamente destruidas”, una declaración que fue respaldada por expresidentes como Donald Trump, quien aseguró en redes sociales que la campaña había atrasado años el desarrollo nuclear iraní. No obstante, expertos en inteligencia y en la materia nuclear sugieren que, si bien el daño puede haber retrasado parcialmente las actividades iraníes, no ha detenido ni eliminado el programa nuclear en su totalidad.
Por su parte, Irán ha reiterado su disposición a reanudar el enriquecimiento de uranio, en medio de un escenario donde el régimen ha fortalecido su vínculo interno frente a las agresiones externas. La cohesión nacional, impulsada por el rechazo a las acciones israelíes, ha sido calificada por analistas como un factor que podría fortalecer la resistencia del gobierno iraní, incluso tras la escalada militar.
En el plano económico, las primeras estimaciones indican que la ofensiva israelí le costó al país aproximadamente 5 mil millones de euros en solo diez días, una cifra que refleja el elevado impacto de la guerra en la economía israelí. Para Irán, la situación es aún más opaca, dado el aislamiento internacional y las sanciones que limitan la disponibilidad de información oficial sobre su estado económico.
Mientras tanto, el alto el fuego, cuyo contenido y condiciones permanecen en secreto, deja abiertas varias incógnitas sobre los próximos pasos de ambas potencias. La comunidad internacional observa con atención si esta tregua será duradera o si, en el corto plazo, volverán las hostilidades. Por ahora, el fin de la guerra parece más un descanso temporal que un cierre definitivo a un conflicto cuya resolución aún está por definirse.