Las dietas no sólo deben ser beneficiosas para la salud humana, sino también para el medio ambiente, dos aspectos que solo aparecen ligados en las guías nutricionales de unos pocos países, según un estudio difundido en Roma.
«Las dos cosas están relacionadas. Lo que comemos tiene un impacto masivo en la sostenibilidad del ambiente», sostuvo una de las autoras del informe, Tara Garnett, directora de la Red de investigación sobre el clima y la alimentación (FCRN, por sus siglas en inglés).
Este centro con sede en la Universidad británica de Oxford, en colaboración con la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO), publicó un estudio en el que se advierte de que muchos países están «perdiendo la oportunidad» de promover sistemas alimentarios saludables y sostenibles.
Una forma de hacerlo es elaborando recomendaciones nutricionales que conecten la salud humana con el respeto al medio ambiente, lo cual solo han llevado a cabo cuatro de los más de ochenta países que tienen ese tipo de guías.
Se trata de Brasil, Alemania, Suecia y Catar, mientras que Holanda y el Reino Unido han empezado a tomar medidas para considerar la cuestión ambiental.
Las dietas que fomentan la salud con un bajo impacto ambiental se basan, entre otras cosas, en la diversidad de alimentos, el equilibrio entre las necesidades de energía y su consumo, o el procesamiento mínimo de granos, legumbres, frutas y verduras.
También incluyen un consumo «moderado» de carnes, productos lácteos y pescados obtenidos de forma certificada, y «muy limitado» en el caso de alimentos de alto contenido en grasas, azúcar o sal, según el informe.
Garnett recordó que la agricultura contribuye de forma importante al cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la escasez y contaminación de agua, la degradación del suelo y la deforestación.
La población mundial, cuyo crecimiento está haciendo que el impacto ambiental de sus sistemas alimentarios sea mayor, está asimismo «enfermando cada vez más por los problemas de un consumo de alimentos excesivo e inapropiado», según la investigadora.
«Las dietas actualmente son tan malas en la mayoría de países desarrollados que cualquier moderación del consumo de productos animales y cualquier aumento del de legumbres, frutas y verduras será algo bueno para la salud», apuntó.
Por otro lado, en los países con menos ingresos y afectados por el hambre y la desnutrición, los gobiernos no se han ocupado por hacer recomendaciones a favor de la sostenibilidad, según Garnett.
En África solo cinco Estados tienen guías de nutrición, ninguna vinculada al medio ambiente.
Medir el impacto ambiental, no obstante, es complejo. Según el estudio, los alimentos locales u orgánicos no son necesariamente más respetuosos con el medio ambiente que aquellos producidos en la distancia o a la manera convencional, aunque puedan ser más sostenibles en determinados aspectos.
Así, el transporte aéreo de frutas y verduras está asociado con mayores emisiones de gases de efecto invernadero, pero solo una pequeña parte de su transporte se realiza en avión, por lo que la contribución al cambio climático es relativamente menor.
Frente a esas «contradicciones», Garnett aseguró que lo importante es intentar «maximizar las sinergias y mover a la gente hacia esa dirección».