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Diálogo, diálogo y más diálogo

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Por: Verónica Juárez Piña

Ninguna solución al problema de abastecimiento de agua en Jalisco puede pasar por encima de la voluntad de las comunidades. Los perredistas lo hemos sostenido desde hace muchos años, las decisiones tienen que ir acompañadas de los pueblos. El Zapotillo nació como un proyecto profundamente autoritario que obligaba a los habitantes de Temacapulín, Acasico y Palmarejo a renunciar a su historia, sus tradiciones, su tierra y sus vínculos sociales para que Guadalajara, León y Los Altos garantizaran algo de sus necesidades de agua.

Los sucesivos gobiernos se pasaron por el Arco del Triunfo el diálogo que exige la democracia. Como si fueran todopoderosos, casi como emperadores, decretaban que los pueblos tenían que ser inundados y sus pobladores, desplazados. Afortunadamente, tenemos una Suprema Corte de Justicia de la Nación que entendió los argumentos de los pueblos y les concedió una suspensión que, hoy por hoy, tiene parada la construcción de la presa.

En días pasados, gobiernos federal y estatales acordaron con las comunidades comenzar una mesa de diálogo con 30 representantes para encontrar una salida a un conflicto que se remonta hasta 1997. Es decir, una solución para el proyecto de la presa en particular, pero también un acuerdo para impulsar un modelo integral de agua para la región. Son dos dimensiones del diálogo: la coyuntural, que tiene que ver con la presa en sí misma, pero también la estructural: ¿cómo resolvemos el problema del abastecimiento del agua para las próximas décadas?

A nivel mundial, particularmente en los países más avanzados, las represas comienzan a ser cosa del pasado. Los países apuestan por renovar el ciclo del agua, recuperar cauces de ríos, consumir menos agua, almacenar agua de lluvia. Nosotros seguimos atrapados pensando que las presas son la única solución. Debemos salir de esa caja de pensamiento único que nos impide ver las alternativas.

En el PRD tenemos un amplio compromiso con la protección de los derechos humanos de tercera generación, mejor conocidos como los derechos humanos de los pueblos. Y la columna vertebral de dichos principios es el derecho a decidir de las comunidades. No vivimos en tiempos de Echeverría o Díaz Ordaz, no podemos construir un país de imposiciones. En donde los más fuertes se lleven entre las patas a los más débiles. Por ello, le pedimos al Presidente López Obrador que aplique su frase: nada por la fuerza, todo por la razón. Y que el gobierno de Jalisco también coadyuve en la búsqueda de un entendimiento. Lo que necesitamos es diálogo y democracia. Nada más y nada menos.

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