Cuando se trata de secuelas, Pixar puede ser un tiro certero o una bala perdida, o lo que es lo mismo, por cada Toy Story 3 hay un Cars 2 y un Monsters University. Al observar el historial del estudio es posible concluir que el éxito de sus segundas partes radica en cuánto maduren estas con respecto al público que vio las cintas originales durante la infancia.
Afortunadamente Buscando a Dory, al igual que la referida tercera entrega de los juguetes, está consciente de tal situación y ofrece un argumento que quizá tome prestados ciertos arcos de Buscando a Nemo, pero lo hace proponiendo un tono y temáticas que, sin perder el humor para enganchar al público joven, apela a los espectadores que gustan de historias bien construidas sobre problemáticas familiares y lealtad.
Ha pasado un año desde los eventos de la cinta anterior y ahora Dory es parte importante de la familia que integran Marlin y su hijo Nemo, y ayuda en las labores de la escuela a la que este último acude.
Repentinamente Dory tiene un flashback hacia sus primeros días de vida y recuerda a su padre y madre, de quienes se extravió bajo circunstancias extrañas. Decidida a encontrarlos, emprende un viaje en compañía de Marlin y Nemo rumbo al sitio en el que, acorde a recuerdos vagos e inciertos, podrían estar esperándola de seguir ellos con vida.
Mientras en Toy Story 3 la empatía con el público adulto yacía en el crecimiento de Andy y en la nostalgia provocada por el desapego hacia los juguetes, en Buscando a Dory está en el tratamiento que se da a las relaciones amistosas y familiares y a ciertas subtramas en torno a las condicionantes físicas y mentales y al sentido de pertenencia.
Buscando a Dory no es un trabajo de múltiples lecturas como Intensa-Mente y aun así, dentro de su inmediatez argumental, receta secuencias reflexivas y emotivas que evitan caer en el edulcoramiento forzado del momento.
Por otro lado la película luce una audacia tal que le permite arrojar comentarios sociales de distinta índole, y que van desde la labor altruista de rescate marino hasta el aprisionamiento que implican instalaciones como zoológicos y acuarios.
Pixar nuevamente apostó por una trama con valor agregado, una cuyo eficiente humor slapstick divertirá a los más chicos mientras los grandes son invitados a pensar más allá de la obviedad retratada a cuadro. Otra muestra más de que entre la calidad del estudio y la de la competencia hay un abismo de diferencia.