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Animales que no envejecen

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Los seres humanos llevamos milenios buscando la inmortalidad. Los alquimistas no sólo se dedicaban perseguir una receta que les permitiera transformar las sustancias sin valor en oro, sino que también estaban decididos a encontrar el “elixir de la vida” o “elixir de la inmortalidad”: un líquido que fuera capaz de crear vida y, además, otorgar la inmortalidad a cualquiera que ya estuviera vivo cuando la tomara.

Los seres humanos (y la inmensa mayoría de animales) no somos inmortales (ni de lejos) porque, cuanto más envejecemos, menos probabilidades tenemos de sobrevivir un año más debido a las complicaciones relacionadas con el deterioro de la salud que acompaña a la edad.

Básicamente, el problema es que, cuanto más tiempo llevan las células de nuestro cuerpo dividiéndose para formar células nuevas, peor lo hacen. Pero, para envidia de los alquimistas, la evolución ha conseguido que algunas especies no envejezcan. Y lo ha conseguido sin recurrir a pócimas extrañas.

Un ejemplo curioso es el de las langostas, que no sólo no pierden sus capacidades físicas con la edad, sino que incluso se vuelven más fértiles y, además, no paran de crecer. En teoría, las langostas sólo pueden morir cazadas, a causa de alguna enfermedad o por complicaciones durante la muda de su caparazón, pero no porque su organismo se deteriore con el tiempo.

De hecho, se estima que la langosta más vieja que se ha encontrado tenía unos 140 años.

Esta característica se llama «senescencia despreciable» y también la presentan algunos tipos de tortuga, el erizo de mar rojo, el mejillón antártico, el pino longevo, los peces de la especie sebastes aleutianus y alguna salamandra.

Pero existe una especie que ha llevado el tema de la inmortalidad a un terreno mucho más ambicioso.

Las reinas de la longevidad son las medusas de la especie Turritopsis dhornii, que tienen la inusual habilidad de volver a su estado de pólipo (el “estado larvario” de este animal) cuando notan que su vida corre peligro, ya sea porque se encuentran bajo algún tipo de presión medioambiental o porque estén heridas, enfermas… O simplemente demasiado viejas. Durante este proceso, sus células viejas se regeneran por completo y se convierten en células de otros tipos, por lo que la medusa reemerge de este estado completamente rejuvenecida y lista para vivir otra vida.

En teoría estas medusas podrían continuar este ciclo de manera indefinida y serían, teóricamente, inmortales. O al menos eso ocurriría en un lugar donde no tuvieran depredadores.

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