Por: José Francisco Castillo Madrigal
En los últimos años, el auge de las apuestas en línea ha dejado de ser una tendencia marginal para convertirse en una preocupación social creciente. Lo que comenzó como una forma de entretenimiento digital, hoy se perfila como una amenaza silenciosa que afecta principalmente a jóvenes entre 18 y 25 años, pero de la cual no se escapan incluso menores de edad, que logran “engañar” a las aplicaciones.
Desde plataformas de apuestas deportivas hasta juegos como fútbol fantasy, el acceso fácil y la normalización de estas prácticas están generando consecuencias que aún no nos hemos detenido a dimensionar del todo.
Y es que existen datos que deberían encender las alarmas de padres de familia y de las propias autoridades: en México, aproximadamente el 40% de los adolescentes y jóvenes varones participan en apuestas en línea, a pesar de que están prohibidas para menores de edad; el mercado de juegos en línea proyecta alcanzar los 11.47 mil millones de pesos para finales de este 2025; 60% de los apostadores en el país tienen entre 18 y 35 años, siendo el grupo de 18 a 25 años el más activo.
Estos números no solo evidencian una tendencia, sino una transformación cultural en la forma en que los jóvenes interactúan con el dinero, el riesgo y el entretenimiento.
No olvidemos que detrás de la pantalla existen diversos riesgos a los cuales, hasta ahora, ponemos poca atención. Estos son:
Ciberludopatía: El acceso temprano a dispositivos móviles y plataformas de pago digitales ha facilitado el desarrollo de adicciones al juego, muchas veces invisibles para padres y educadores.
Normalización del riesgo: Influencers y campañas publicitarias promueven la idea de “ganar dinero fácil”, reforzando una narrativa peligrosa que trivializa el riesgo financiero y emocional.
Impacto emocional: La frustración por pérdidas constantes, la presión por recuperar dinero y la comparación social generan ansiedad, depresión y aislamiento.
Desempeño académico y laboral: El tiempo invertido en apuestas —especialmente en modalidades como fantasyfootball que requieren seguimiento constante— puede afectar la concentración y el rendimiento.
No se trata de demonizar las apuestas, pero sí debemosde entender que su regulación y la educación en la materia son urgentes. Por ello insisto, amable lector, en la necesidad de que se tomen cartas en algunas acciones, como las que enumero a continuación, a partir de diversos análisis realizados por expertos y que son ya de dominio público:
Educación digital desde la adolescencia: Incluir en los programas escolares contenidos sobre finanzas personales, riesgos del juego y manejo emocional.
Regulación más estricta: Las autoridades deben reforzar el control sobre plataformas que permiten el acceso a menores, así como limitar la publicidad dirigida a jóvenes.
Responsabilidad de influencers y marcas deportivas: Es necesario que quienes tienen influencia en redes sociales asuman un rol ético y dejen de promover apuestas como estilo de vida.
Espacios de ocio alternativo: Fomentar actividades recreativas que no impliquen riesgo económico, como deportes, arte o voluntariado.
El crecimiento de las apuestas en línea entre jóvenes no es solo un fenómeno tecnológico, sino un reflejo de carencias emocionales, educativas y sociales. Si no se atiende con seriedad, corremos el riesgo de formar generaciones que confunden el azar con el mérito, y el entretenimiento con la adicción. La solución no está en prohibir, sino en educar, regular y ofrecer alternativas que realmente construyan futuro.