Investigaciones recientes de la Universidad Autónoma Metropolitana revelan que las dietas hipercalóricas, con altos contenidos de grasas y azúcares, no solo generan problemas metabólicos como la intolerancia a la glucosa y el aumento de peso, sino que también afectan la función cognitiva, la memoria y las emociones. Estas alteraciones, que suelen ser menos visibles, tienen implicaciones profundas para la salud cerebral a largo plazo.
La científica Kioko Rubí Guzmán Ramos, de la Unidad Lerma de la UAM, explica que existe una relación significativa entre la salud metabólica y la función cerebral. «Tener obesidad o diabetes tipo 2, o ambas condiciones, es un factor de riesgo para desarrollar deterioro cognitivo», advierte. A nivel celular, estos trastornos se vinculan con patologías como el Alzheimer y la resistencia a la insulina en el cerebro, que afectan procesos fundamentales como el aprendizaje y la gestión emocional.
El problema se agrava en México, donde la prevalencia de obesidad infantil y diabetes en jóvenes continúa en aumento. La especialista señala que estas condiciones pueden traducirse en alteraciones cognitivas a edades cada vez más tempranas, poniendo en riesgo el desarrollo emocional y académico de las nuevas generaciones.
No obstante, Guzmán Ramos lamenta que la información difundida hasta ahora se haya enfocado principalmente en enfermedades metabólicas, dejando de lado las consecuencias neurológicas y cognitivas. La relación entre una alimentación poco saludable y el daño cerebral requiere mayor atención, advirtiendo que la alimentación poco adecuada puede tener efectos duraderos y afectar la calidad de vida en múltiples aspectos.