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La ansiedad, veámosla desde la empatía y la comprensión

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Por: Yuri Guzmán

En nuestra sociedad moderna, la ansiedad se ha convertido en una compañera silenciosa para muchas personas. Según la Organización Mundial de la Salud, aproximadamente 264 millones de personas en el mundo padecen trastornos de ansiedad, lo que la convierte en uno de los trastornos mentales más comunes a nivel global. Sin embargo, a pesar de su prevalencia, todavía persiste una cierta incomprensión sobre qué es realmente la ansiedad, quiénes la padecen y por qué resulta tan difícil salir de ella.

La ansiedad no es solo sentir nerviosismo o preocupación ocasional; es una respuesta compleja del cerebro ante situaciones de estrés o peligro, que en algunos casos se convierte en una condición persistente. Quienes la padecen, muchas veces sienten que sus pensamientos se vuelven un torbellino incontrolable, que el corazón late con fuerza, que las manos temblorosas no les permiten concentrarse, y que la sensación de miedo o angustia los consume. Es una experiencia que puede afectar profundamente la calidad de vida, las relaciones y la productividad.

¿Pero porqué pasa esto? La ansiedad puede tener múltiples causas: factores genéticos, experiencias traumáticas, desequilibrios químicos en el cerebro, o incluso presiones sociales y laborales que parecen insuperables. No es una cuestión de debilidad, sino una respuesta biológica y emocional que, en ciertos momentos, se desborda. Además, en un mundo hiperconectado y competitivo, la sensación de no tener control sobre nuestro tiempo, nuestro futuro o nuestras decisiones puede disparar niveles de ansiedad cada vez más altos.

La dificultad para salir de la ansiedad se encuentra en su naturaleza multifacética y en cómo está entrelazada con nuestra historia personal, nuestras emociones y nuestro entorno. Muchas veces, las soluciones simplistas como “échale ganas” o “todo está en ti” no solo son insatisfactorias, sino que además generan culpa o frustración en quienes ya luchan con su malestar. La ansiedad no es una cuestión de fuerza de voluntad, sino de entender que requiere atención, apoyo y, en algunos casos, tratamiento especializado.

Es fundamental reconocer que la empatía es clave para abordar esta condición. No basta con decirle a alguien que “se relaje” o que “no se preocupe tanto”. La ansiedad puede ser debilitante, y quienes la padecen necesitan ser escuchados y comprendidos, no juzgados. La sensibilización social, la eliminación de los estigmas que la rodean y la promoción de la salud mental son pasos esenciales para que quienes sufren en silencio encuentren caminos de recuperación.

Afortunadamente, existen estrategias y recursos que ayudan a gestionar la ansiedad: terapia psicológica, medicación, técnicas de respiración, mindfulness y ejercicio físico. Pero lo más importante es que quienes la padecen sepan que no están solos, y que su experiencia es válida. La empatía y la paciencia son las mejores herramientas para acompañar a quienes enfrentan esta lucha interna.

Entendamos pues, la ansiedad es una condición que afecta a millones, pero que todavía enfrenta desconocimiento y prejuicios. Debemos entender que no es una simple cuestión de “querer salir” o de “pensar positivo”, sino una realidad que requiere comprensión y apoyo. Solo así podremos construir una sociedad más empática, consciente y solidaria, donde nadie tenga que enfrentar su malestar en silencio.

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