El biólogo Luis Alberto Cayo Cervantes, de 39 años, ha dedicado los últimos 20 años a la protección y rescate de fauna silvestre, principalmente en contextos urbanos. Actualmente, ocupa el cargo de director de la Unidad de Acopio y Salud Animal Municipal de Tlajomulco (UNASAM), una institución que trabaja en la recuperación y reintegración de animales silvestres en su hábitat natural.
Su trayectoria inició en 2005, cuando se convirtió en voluntario en el Centro para la Conservación e Investigación de la Vida Silvestre de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT) en Jalisco. Es egresado del Centro Universitario de Ciencias Biológicas y Agropecuarias de la Universidad de Guadalajara, y a lo largo de su carrera ha combinado labores de investigación en campo con acciones directas de rescate y manejo de fauna en zonas urbanas.
Uno de los hitos en su carrera fue la propuesta, en 2017, para crear la Unidad de Rescate de Fauna Silvestre de Tlajomulco, motivada por un incidente que generó controversia: la muerte de un jaguar tras ingresar a una zona urbana y atacar a una mascota. Este evento evidenció la necesidad de contar con personal capacitado para el manejo adecuado de animales silvestres en estos contextos.
Cayo destaca que cerca del 80% de los animales rescatados en su unidad, entre mamíferos, aves y reptiles, han sido reinsertados en su hábitat natural. Los otros permanecen en cautiverio por motivos de salud, condición física o porque fueron mascotas o especies no autóctonas. Para él, cada rescate exitoso representa una victoria: “Desde serpientes atrapadas en lavadoras hasta felinos que deambulan en la ciudad, lograr devolverles la vida sin lesiones es una satisfacción enorme. Cuando además se trata de especies en peligro de extinción y conseguimos devolverlas a su entorno, el trabajo adquiere un valor aún mayor”.
Su pasión por los animales nació en su infancia, influenciada por su familia, que siempre tuvo contacto con diversas especies silvestres. Aunque en un principio su entorno familiar fue catalogado como “loco” por su afición a las serpientes y animales adquiridos de manera ilegal en tianguis, Cayo sostiene que esa experiencia fue fundamental para su vocación en la conservación.
Desde sus años en la secundaria, se sintió atraído por las ciencias naturales, y en la universidad, su interés se centró en la herpetología y la ornitología. Su pasión por las aves lo llevó a aprender técnicas de cetrería, disciplina que combina con sus labores, ya que disfruta volar halcones y otros animales en recuperación, considerándolo más una afición que un trabajo.
Además de sus actividades profesionales, Cayo es coleccionista de piedras y troncos raros, y disfruta de la pesca en kayak y en la orilla, actividades que le permiten desconectar y mantener un equilibrio personal.
Su labor también incluye promover la educación ambiental, especialmente entre niños y adolescentes, para que comprendan que la conservación no requiere ser biólogo o veterinario. Desde cualquier profesión, se pueden implementar acciones que contribuyan a proteger la biodiversidad. En sus palabras, todos los seres vivos están interconectados en la cadena ecológica: “Desde los grandes felinos y aves rapaces hasta los insectos más considerados ‘insignificantes’, como los chapulines o cucarachas, cumplen un papel fundamental en el ecosistema. Sin los insectos, por ejemplo, no habría dispersión de semillas ni alimento para muchas especies”.
Luis Alberto Cayo continúa su labor con entusiasmo, convencido de que la conservación de la vida silvestre es una responsabilidad de todos y una tarea que requiere pasión, conocimiento y compromiso.
