Mientras el planeta se calienta a un ritmo de aproximadamente 2 grados por siglo, en México el incremento de temperatura alcanza los 3.2 grados en el mismo periodo, evidenciando una aceleración que plantea nuevos desafíos para el país y el mundo.
Durante las mesas de trabajo tituladas «Cambio Climático en México: Tendencias, Riesgos y Políticas», realizadas en preparación para la próxima Cumbre de Rectoras y Rectores de Universidades Mexicanas por la Acción Climática 2025, expertos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) alertaron sobre el aumento sostenido de las temperaturas. Francisco Estrada Porrúa, jefe del Programa de Investigación en Cambio Climático de esa institución, explicó que en los últimos 18 meses se ha registrado un incremento notable, lo que llevó a los investigadores a cuestionar si existe una aceleración en el calentamiento global o si, por el contrario, se ha subestimado la capacidad de equilibrio térmico del planeta.
Estrada Porrúa señaló que, desde 2023, la temperatura global ha superado los 1.5 grados Celsius respecto a niveles preindustriales, una cifra que genera preocupación, especialmente porque fenómenos como El Niño y La Niña, que suelen enfriar temporalmente el clima, no han producido el efecto esperado en este ciclo.
Por su parte, Naxhelli Ruiz Rivera, del Seminario Universitario de Riesgos Socioambientales del Instituto de Geografía, resaltó que las amenazas sociales relacionadas con el cambio climático deben abordarse desde un enfoque de derechos sociales. La experta enfatizó que reducir los riesgos requiere atender las estructuras de oportunidades y no solo evaluar los activos dañados. En ese sentido, informó que en México hay 22.5 millones de cuidadores que atienden a otras personas, principalmente niñas, niños y adolescentes, quienes representan el 80% de los receptores de cuidados, además de un 10% de adultos mayores y un porcentaje similar de personas con discapacidad.
Asimismo, Ruiz Rivera destacó que más de 35 millones de viviendas en el país presentan graves carencias en calidad, con una cuarta parte construidas hace más de 30 años y con problemas de humedad o filtraciones en sus cimientos, particularmente en las zonas costeras. Agregó que las condiciones de los entornos urbanos aún no se reflejan en las estadísticas oficiales, pese a su influencia en la vulnerabilidad social ante eventos climáticos extremos.
Como ejemplo de los impactos sociales del cambio climático, la investigadora mencionó el huracán Otis, que afectó a 296 mil niños, niñas y adolescentes, quienes enfrentaron explotación sexual, deserción escolar, contagios de enfermedades, falta de atención médica y mala nutrición, evidenciando la necesidad de reforzar las políticas públicas para proteger a los grupos más vulnerables ante la emergencia climática.
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