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Hace más de seis décadas, la Armada de México marcó un hito en la historia del rescate acuático nacional

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En 1955, las aguas del Pacífico Mexicano en Manzanillo, Colima, fueron testigos del primer operativo de rescate acuático en la historia de México, un evento que sentó las bases para la formación de las actuales fuerzas de respuesta marítima del país. Este hecho pionero no solo evidenció la vulnerabilidad de las costas mexicanas, sino que también impulsó la creación de la infraestructura y la capacitación especializada en búsqueda, rescate y salvamento en aguas mexicanas.

El operativo, llevado a cabo en un contexto en el que la necesidad de formar buzos profesionales—conocidos en aquella época como “hombres rana”—se hacía cada vez más evidente, fue el punto de partida para el establecimiento formal de la Escuela de Búsqueda, Rescate y Buceo de la Secretaría de Marina-Armada de México (Semar). Aunque la fundación oficial de la escuela ocurrió en 2007, sus raíces se remontan a 1956, cuando la institución creó la primera sección de trabajos submarinos con la finalidad de contar con un cuerpo propio de rescatistas especializados.

El Capitán de Fragata Nicolás Lorenzo Huerta Pérez, actual director de la escuela, recordó que “el primer rescate registrado fue en las costas de Manzanillo, en 1955, y representó el inicio de toda una tradición en operaciones subacuáticas en México”. La labor pionera de aquel entonces fue fortalecida con la adopción del Plan Marina, que consolidó a la Armada como una fuerza clave en tareas de auxilio y salvamento en el territorio nacional.

Una figura fundamental en los inicios de esta historia es Apolonio Castillo, nadador olímpico mexicano que se convirtió en el primer comandante de la sección de trabajos submarinos. Su legado quedó marcado por un acto heroico: en una misión para recuperar cuerpos en la bahía de Acapulco, sufrió una descompresión inadecuada tras inmersiones profundas y, pese a sus esfuerzos, falleció días después. Su sacrificio es recordado como un símbolo del compromiso y la valentía que caracterizan a los rescatistas marítimos mexicanos.

Desde sus primeros años, la escuela ha sido clave en la formación de rescatistas capacitados para actuar en las condiciones más extremas. En la actualidad, la institución forma aproximadamente al 10 por ciento del total de los elementos navales en operaciones de búsqueda y rescate, logrando reducir en un 60 por ciento los accidentes fatales en zonas marítimas atendidas.

Los programas de entrenamiento combinan capacidades técnicas avanzadas con una exigente preparación física y mental, incluyendo prácticas de natación, técnicas de inmersión y simulaciones de emergencias diversas. “Aquí forjamos valores como la disciplina, el coraje y la eficiencia, esenciales para actuar en condiciones extremas”, afirmó Huerta Pérez.

El crecimiento de la escuela ha sido notable en los últimos años. Mientras en 2023 egresaban alrededor de 250 elementos anualmente, en 2024 la cifra se elevó a más de mil 400, con una proyección para 2025 de hasta 1,900 graduados. El esfuerzo se refleja en los resultados: en la última década, aproximadamente 7,000 rescatistas formados en esta institución han participado en operaciones que salvaron a más de 8,000 personas, entre navegantes y turistas nacionales y extranjeros.

El proceso de formación culmina con una exigente prueba final: una travesía a nado desde el muelle del Zócalo de Acapulco hasta la playa de la escuela, que simboliza el compromiso y la preparación de los rescatistas para servir y proteger a la nación en cualquier situación de emergencia.

Este legado de valentía y profesionalismo, iniciado en 1955, continúa vigente, consolidándose como uno de los pilares de la seguridad marítima en México.

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