La reciente muerte del Papa Francisco el pasado 21 de abril ha dado inicio a un período de expectación y cambios dentro de la Santa Sede y la Iglesia católica. La elección de su sucesor se llevará a cabo mediante un cónclave, un proceso que se regirá por tradiciones centenarias y que culminará el próximo 7 de mayo en la emblemática Capilla Sixtina.
Este cónclave reunirá a al menos 135 cardenales menores de 80 años, quienes se encargarán de votar a puerta cerrada para determinar quién asumirá el liderazgo espiritual de la comunidad católica global. Tradicionalmente, el cónclave se lleva a cabo entre 15 y 20 días tras el fallecimiento del Pontífice.
Durante el tiempo de votación, se produce un momento de gran simbolismo con la quema de las papeletas en una estufa especial dentro de la Capilla Sixtina. El color del humo que salga por la chimenea es crucial: si este es negro, significa que el cónclave continuará su trabajo sin haber llegado a un consenso; mientras que un humo blanco indicará al mundo que un nuevo Papa ha sido elegido.
Históricamente, para lograr una visualización clara del humo, se utilizaba leña o paja, pero en tiempos recientes se han incorporado químicos para mejorar la diferenciación entre ambos colores. La elección del nuevo Pontífice culminará con el anuncio «Habemus papam», que será proclamado por el cardenal protodiácono, señalando que ya hay un líder al frente de la Iglesia.
El proceso del cónclave se establece con rigor; tres cardenales serán responsables de escrutar las papeletas y otros tres revisarán la validez del proceso. Cada cardenal, al momento de emitir su voto, alzará su papeleta, en la que se inscribirá la frase «Eligo in Summum Pontificem», junto al nombre del elegido. Antes de depositar su voto, el purpurado pronunciará un juramento solemne, reafirmando la seriedad de su elección.
La expectativa por el resultado de este cónclave es palpable, no solo para los cardenales participantes, sino para los millones de fieles alrededor del mundo que observan con interés el desenlace de este emblemático proceso. Con el legado del Papa Francisco aún presente, el próximo Pontífice enfrentará el desafío de liderar una Iglesia en constante evolución.
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