Por: José Ángel Gutiérrez
Enorme discusión a nivel mundial, ante los límites y restricciones que en medio de la pandemia, han impuesto algunos gobiernos a quienes se rehusan a vacunarse, a usar cubrebocas y/o mostrar prueba PCR negativa para ingresar a algunos espacios. ¿Se trata realmente de un acto autoritario? ¿es una violación de los derechos fundamentales? ¿Es totalitarismo puro?
Esa es una gran discusión. Y pareciera de esas, de las que nunca salimos de acuerdo.
En descarte, tendríamos que irnos a definiciones básicas para tratar al menos de coincidir en una conclusión. Estrictamente, se define como “totalitarismo” a un “Régimen político donde el Estado adquiere un extremo volumen de control sobre todo aspecto de la vida pública y privada”… es el término por el que se conoce a las ideologías, movimientos y los regímenes políticos donde la libertad está seriamente restringida y el Estado ejerce todo el poder sin divisiones ni restricciones. Aunque a ratos lo parezca, muy lejos estamos (salvo excepciones) de esos niveles. Más allá de ideologías, prevalece el respeto a la libertad de las personas.
Distinto es que, ante algunas circunstancias inciertas y de riesgo, resulte necesario tomar medidas extremas.
Decía el filósofo Jean-Paul Sartre: «Mi libertad se termina donde empieza la de los demás». Del mismo modo, los derechos de una persona terminan donde empiezan los de otra y viceversa. Y cuando hablamos del máximo derecho a la vida y a la salud de las personas, me parece que no debería haber mucho por discutir.
Hasta el momento, se ha respetado la decisión (muy personal) de quienes han decidido no vacunarse. Y eso, nos guste o no, debe prevalecer. Pero también es cierto que todas nuestras decisiones traen consigo consecuencias y en este caso, quien decide no vacunarse, debe asumir -en consecuencia- reglas diferentes. Por encima del derecho personal, está el derecho de la mayoría.
Insisto, argumentaciones pueden haber infinitas, pero las circunstancias actuales obligan a la aplicación de medidas más estrictas. A nadie se le prohibe ingresar a un teatro o a un bar. Solo que para ello, debe mostrar certificado de vacunación o prueba reciente de Covid. Si quiere entrar a diario, podrá hacerlo, solo tendrá que aplicarse la prueba cada 48 horas. Las reglas cambian, porque las circunstancias así lo requieren.
Por supuesto que también existe como posibilidad la vía del amparo. Y ahí el resultado final es de momento, incierto. Quien tenga para pagar abogado a fin de tramitar amparos, también está en plena libertad de recurrir a ello.
Habrá quien diga que imponer restricciones en la circunstancia a la que nos referimos, es fascismo. Pero también quien lo considere un acto de supervivencia.