El cuerpo de Diana fue encontrado en 2017 abandonado en una calle poco transitada de Chimalhuacán, en el Estado de México. Ahora un mural con su rostro sereno resignifica un lugar de dolor transformando la injusticia en dignidad y recordándola como una joven «alegre, rebelde y amorosa», cuenta a Efe su madre.
«Aquí quedó su cuerpo, le truncaron su mundo, su vida, y queremos que quede su memoria, que no era un ‘sujeto de identidad desconocida’ como dicen autoridades, que tenía una vida, que tenía sueños, que deseaba casarse y tener hijos y hacer una carrera universitaria (…) y le quitaron la vida por el simple hecho de ser mujer», relató Lidia Florencio.