Puede hacerlo en el de pulmón, el cervical o el de colon, aunque no es la norma. Desde 1997, Corea del Sur sigue una política muy rigurosa de detección temprana del cáncer de tiroides. Se extirpa la glándula y se somete al paciente a medicación durante el resto de su vida, pero la tasa de supervivencia no ha crecido.
Este mito surgió hace un siglo, cuando los médicos notaron que obtenían mejores resultados si identificaban el tumor y lo trataban al iniciarse los síntomas. De ahí a pensar que, cuanto antes se diagnosticara, mayores eran las posibilidades de sobrevivir, solo había un paso. Así se asentó el método de encontrarlo pronto y cortarlo. Pero las investigaciones del cáncer de tiroides, próstata o mama han demostrado que una pronta detección no asegura mayor posibilidad de supervivencia. Una revisión Cochrane –el estudio con mayor rigor del mundo biosanitario– de cinco ensayos clínicos con 341.342 participantes halló que los chequeos regulares en busca de cáncer de próstata no han disminuido las muertes por su causa.
Un trabajo hecho en Canadá durante veinticinco años con 89.835 mujeres de 40 a 59 años de edad ha revelado que las mamografías anuales no reducen la mortalidad de quienes padecen cáncer de mama. Y según el bioquímico y periodista de salud Jörg Blech, en Alemania “se realizan al año 100.000 biopsias mamarias percutáneas que luego se descubren superfluas”.
Resulta necesario probar con más certeza que los mecanismos de diagnóstico temprano salvan vidas, sobre todo si esas mismas pruebas conllevan riesgos para la salud del paciente, como pasa por ejemplo con la exposición a los rayos X. Un último dato: en Alemania, un seguimiento de una década a mil mujeres de entre cincuenta y sesenta años ha desvelado que la mortalidad entre las que se hacían revisiones mamográficas descendía solo un 0,2 % respecto a las que no se sometían a ese procedimiento.