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Razones científicas por la que deberías ir a la playa este verano

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Por si necesitabas convencerte todavía más

Hay un libro que intenta explicarlo: se llama Mente azul: la sorprendente ciencia que te muestra cómo estar cerca o dentro del agua te puede hacer más feliz, más sano, más conectado y mejor en lo que haces. Está escrito porel biólogo marino Wallace J. Nichols, investigador asociado de la Academia de Ciencias de California, que ha dedicado gran parte de su vida a despejar esa incógnita, y reúne en el interesante volumen -un bestseller en Estados Unidos- sus hallazgos.

Lo hace combinando los últimos estudios en neurociencia, ecología y biología marina con historias personales de atletas, científicos de primer nivel, veteranos militares y artistas. Tampoco olvida la filosofía e incluso la poesía y, con todos estos ingredientes, a los que se añaden pruebas a las que se ha sometido el propio autor -como lanzarse al mar cubierto de electrodos-, Nichols va desgranando las razones por las que la proximidad al gran azul puede mejorar el rendimiento, incrementar la calma, disminuir la ansiedad y aumentar el éxito profesional. Aquí van algunas:

1. Entendemos, desde que nacemos, que el mar es parte de nosotros

Venimos del agua, tanto desde el punto de vista evolutivo -en él nació la primera forma de vida- como desde el biológico, pues el feto están sumergido en líquido amniótico e incluso posee estructuras branquiales en las primeras etapas del desarrollo. Además, nosotros mismos somos agua, pues esta compone el 75% de nuestro volumen corporal cuando somos bebés y el 60% cuando llegamos a la edad adulta. Incluso el líquido de nuestras células y nuestro cerebro es similar al que se encuentra en el mar.

Esta conexión ancestral con el agua hace que se provoque una respuesta inmediata -y casi siempre positiva- en nuestro cerebro cuando vemos u oímos el océano, incluso a través de una foto o unos altavoces (de ahí el éxito de las cintas de sonidos del mar). En palabras de Nichols, una vez que entras en contacto con estos elementos, «sabes que estás en el lugar adecuado». Tanto es así que, según explica el libro, se han llevado a cabo terapias con grandes masas de agua para curar casos de estrés post-traumático, depresión, adicción y autismo.

2. Las escenas marítimas nos calman

Estudios que miden la activación cerebral en respuesta a la estimulación visual consultados por el autor han demostrado que, cuando observamos escenas de la naturaleza, se activan las regiones del cerebro asociadas a un menor estrés y a una mayor empatía. Es decir, las que se relacionan con la visión positiva, la estabilidad emocional y la recopilación de recuerdos felices.

De entre las imágenes naturales, las de la costa son las que más beneficios parecen tener, pues activan el sistema de recompensa, un área rica en receptores opioides que produce una sensación de bienestar. De este modo, se sabe que los niveles de presión arterial tienden a normalizarse ante la visión de la orilla del mar y también baja la tensión psicológica, hasta el punto de que vivir con ese paisaje de fondo aumenta el auto control y contribuye a que se produzcan menos crímenes. ¿Será por eso que Broadchurch, la historia de un crimen en un paradisíaco pueblecito de costa, nos parece tan inquietante?

Asimismo, el océano, con su horizonte lineal, también nos ofrece sensación de seguridad, pues nos permite visualizar cualquier amenaza desde lejos, y nos ofrece una ilimitada cantidad de agua que, aunque sabemos que no podemos beber, resulta confortable a la vista.

3. El agua nos ayuda a concentrarnos

Y no hablamos solo de esas tardes de verano en las que, mirando al mar, decides de pronto cómo será el resto de tu vida, sino de algo mucho más medible: a cómo mirar a una masa de agua puede aumentar nuestro rendimiento. Así, Nichols hace referencia a una investigación que se propuso averiguar si los estudiantes de una residencia con vistas a la naturaleza obtenían mejores resultados que los que observaban desde la ventana un paisaje urbano en exámenes cognitivos que medían la atención, la capacidad de percepción visual y la velocidad motriz.

Finalmente, no sólo obtuvieron mejor puntuación quienes estaban frente a una escena natural, sino que además, los que podían ver agua se clasificaron incluso en mejor lugar. «Las habitaciones de la residencia estaban clasificadas por las vistas que ofrecía cada una: árboles y un lago, césped y edificios y muros de ladrillos con tejados de pizarra», narra Nichols. «Los estudiantes desde cuyas habitaciones se veían árboles y el lago no sólo superaban mejor los tests cognitivos, sino que, además, el funcionamiento de su sistema atencional era más efectivo que el de los otros dos grupos de participantes juntos».

Asimismo, Philippe Goldin, neurocientífico y psicólogo clínico de la Universidad de Stanford especializado en el efecto de la meditación en el cuerpo, asegura que el océano nos induce a un estado meditativo leve que no sólamente nos calma, sino que aumenta nuestra consciencia acerca de los alrededores y de uno mismo. A lo mejor de ahí provienen esos maravillosos chispazos en los que por fin entendemos hacia donde encaminar nuestra existencia.

4. El color azul nos proporciona paz

Según varios estudios, el color del mar es el preferido por la mayoría de la gente, además de transmitir sentimientos de calma y suscitar emociones introspectivas. Incluso el arte del feng shui lo asocia con la confianza, la paciencia, la serenidad y la amabilidad y recomienda pintar de azul los lugares de reposo o de su variante más clara estancias destinadas al estudio, pues también se cree que favorece la concentración.

Para Nichols, todo esto se deriva de que nos hemos desarrollado en un planeta que está basado en los distintos tonos de azul del mar y del cielo, así que tiene sentido que este color estimule una respuesta emocional positiva. El autor cita varios ejemplos extraídos del mundo del arte para dar fuerza a su argumento, como el poema El mar, de Neruda «Necesito del mar porque me enseña: / no sé si aprendo música o conciencia: / no sé si es ola sola o ser profundo / o sólo ronca voz o deslumbrante / suposición de peces y navios. / El hecho es que hasta cuando estoy dormido / de algún modo magnético circulo / en la universidad del oleaje».

Por otra parte, un estudio realizado por la Universidad del Michigan reveló también que vivir en un lugar con gran cantidad de espacios azules, como un cuerpo de agua, conduce a menores niveles de angustia psicológica. Lo averiguaron haciendo una correlación entre los habitantes que podían ver el mar desde su casa en Wellington (Nueva Zelanda) y los registros de salud del país. De ese modo, se descubrió que el poder ver el mar, un río o un lago desde la ventana era todavía más decisivo para la buena salud que el sexo, la edad o la posición social.

Si quieres conocer todos estos factores de primera mano, puedes acudir a alguno de los encuentros que organiza el autor para poner en común todas estas ideas, llamados Blue Summits, o incluso contribuir a «reconectar a la gente con el agua» donando dinero a la causa. No obstante, que no se te pase por alto la forma más obvia de conocer los beneficios de los que habla Nichols: ¡viajando a la playa!

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