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¿Podríamos evitar el impacto de un asteroide?

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En la última reunión del Consejo de la Agencia Espacial Europea, los 22 estados miembros que la integran acordaron no financiar la iniciativa Asteroid Impact Mission. Esta formaba parte de una misión conjunta con la NASA cuyo objetivo era estudiar la posibilidad de desviar un asteroide cuya trayectoria le llevara a impactar contra la Tierra. Para ello, se haría chocar una sonda contra uno de los objetos que integran el sistema binario de asteroides Didymos y se estudiarían los efectos de la colisión.

Cada año llueven sobre nuestro planeta entre 37.000 y 78.000 toneladas de residuos. En su mayor parte se trata de partículas de polvo y diminutos fragmentos de rocas espaciales que se desintegran cuando atraviesan la atmósfera. No obstante, también caen entre 3 y 7 toneladas de objetos de entre 10 gramos y un kilo. De vez en cuando, son considerablemente mayores. Por ejemplo, en 2013, un bólido de unos 20 metros del que no se tenía noticia estalló sobre Cheliabinsk, en Rusia y dejó a casi 1.500 personas heridas.

Hoy se conocen unos 600.000 asteroides –cada año se descubren 1.000 más–; de ellos, entre 12.000 y 20.000 mantienen una órbita que les lleva cerca de la Tierra. De hecho, los expertos en ciencias planetarias dan por hecho que tarde o temprano uno de gran tamaño acabará chocando contra nuestro planeta –se estima que, en algún momento, un millar de asteroides mayores de un kilómetro pasarán cerca de nosotros–. La cuestión es cuándo ocurrirá y si contaremos con el tiempo y los medios necesarios para intentar destruirlo o cambiar su rumbo.

En las últimas décadas, se han ideado decenas de planes más o menos realistas. Sabemos que si uno de estos cuerpos es demasiado grande, un ataque con explosivos nucleares no garantiza su destrucción. Sin embargo, podría intentar desviarse.

Estas son algunas estrategias:
1. Acelerador espacial. Una vez confirmada la órbita del asteroide, se enviaría o se instalaría en él un cohete que alteraría su trayectoria.

2. Empujón nuclear. Es quizá la iniciativa con más posibilidades de éxito hoy en día. La idea es hacer estallar uno o varios artefactos nucleares cerca del objeto. La energía liberada modificaría así su rumbo sin destruirlo.

3. Carambola cósmica. Se trata de empujar mediante cohetes un pequeño asteroide, de menos de 100 metros de diámetro, en dirección a la roca que amenaza la Tierra. En teoría, alcanzaría una gran velocidad y tras impactar contra ella la sacaría de su trayectoria.

4. La fuerza de la luz. Consistiría en usar un haz láser de alta intensidad para variar poco a poco el rumbo del asteroide. Eso sí, para lograrlo se necesitaría una enorme cantidad de energía.

5. Supertaladradoras. Con suficiente antelación, podría situarse en la superficie del asteroide una gran taladradora que extrajera material y lo arrojara al espacio, alterando así su masa y rumbo. El problema sería, de nuevo, proporcionar al ingenio la energía necesaria.

6. Un barco de velas solares. Podríamos desplegar en la roca unas enormes velas, de unos 1.000 km, capaces de recoger y aprovechar el chorro de partículas que despide el Sol para obtener un pequeño empuje. Con el tiempo, este acabaría desviando la roca.

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