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Las siestas deberían ser universales

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Da igual que hayamos dormido 8 horas, hayamos desayunado bien, hayamos tenido una mañana productiva y hayamos comido ligero y sano. Hacia las 3 de la tarde nos viene un sopor insoportable que nos deja medio tontos y que nos impide trabajar de manera adecuada.

Esta sensación es absolutamente normal y puede durar tan solo una hora y o prolongarse durante el resto del día. Pero, ¿por qué siempre la tenemos, incluso cuando estamos de vacaciones?

La doctora Fiona Kerr, de la Universidad de Adelaida (Australia) da la respuesta al medio inglés The Telegraph. Y para esta experta en neurociencia, los españoles sabemos muy bien cómo combatir este pegajoso contratiempo: “Los seres humanos estamos diseñados para dormir al menso dos veces al día”.

Es decir, según nuestra naturaleza, no solo nos vale con descansar por las noches. Deberíamos incluir otro periodo de descanso que nos reactivara para el resto de la jornada. “La falta de sueño tiene un gran número de consecuencias negativas en la creatividad y en el aspecto laboral”, explica Kerr.

“Lo primero que notamos cuando queremos dormir pero no podemos -porque estamos en la oficina o porque no está bien visto- es que aumentan los niveles de corticosterona, un hecho que bloquea las conexiones neuronales y hace que nuestra capacidad de atención se desplome, al igual que la capacidad de memorizar o recordar, cuantificar, razonar, movernos o nuestro estado de ánimo”, asegura la neuróloga. Vamos, que nos derrumbamos por completo y no se nos puede pedir que hagamos lo mismo que hacemos por la mañana, cuando estamos descansados.

Para esta experta, la solución a este problema es muy fácil: dormir una siesta. “Los seres humanos somos bifásicos. Según nuestro ritmo circadiano tenemos un estado que nos hace tender a la actividad y otro que que nos hace tender hacia el descanso. A primera hora de la tarde gana el segundo, al igual que por la noche, por lo que estamos diseñados para dormir dos veces al día”, asegura.

Pero esto no significa que debamos dormir 8 horas de noche y otras 8 por la tarde. O hacer 4 horas de sueño y luego otras cuatro. Para Kerr basta con una sienta de 20 minutos después de comer para que nuestro cuerpo descanse y se vuelva a activar, sin miedo a luego no poder dormir por la noche.

Los beneficios de esta pequeña sienta son espectaculares: mejora la atención, la memoria, la capacidad de razonamiento y el buen humor, además de rebajar el estrés. “Con una siesta de 20 minutos el cuerpo se relaja y el cerebro se refresca, haciendo que la capacidad de alerta y la capacidad de trabajo mejore”, explica la experta australiana. “Además, dormir 20 minutos por la tarde es mucho mejor que dormir 20 minutos más de noche”, concluye.

Así que está claro: todos deberíamos poder dormir la siesta todos los días. Seríamos más felices y más productivos.

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