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Las medicinas para el reflujo que preocupan a los expertos

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Son utilizados por millones de personas en el mundo y pueden comprarse en América Latina sin necesidad de receta.

Pero un nuevo estudio los asocia a un mayor riesgo de demencia, sumándose a otras investigaciones que ya habían apuntado a un impacto negativo en la función renal.

Los medicamentos de que hablamos son los llamados inhibidores de la bomba de protones, IBP, un término que tal vez no conozcan muchos lectores.

Pero seguramente sí estarán familiarizados con algunos de los medicamentos de este tipo disponibles en las farmacias, como omeprazol, pantoprazol, lansoprazol, esomeprazol o nexium.

Estos fármacos son recetados ampliamente para aliviar síntomas como el reflujo ácido y para tratar la úlcera gastroduodenal. En muchos casos, sobre todo de personas mayores que toman una larga lista de medicamentos, son indicados como un protector gástrico diario para combatir la acidez.

Pero un estudio alemán sugiere que las personas que usan en forma regular los fármacos IBP tienen hasta un 44% más de riesgo de demencia que aquellas que no reciben tratamiento con este tipo de medicamentos.

Riesgo de demencia
Los IBP inhiben la secreción de ácido gástrico mediante el bloqueo de un sistema enzimático llamado bomba de protones en las células de la pared del estómago.

No deben confundirse con otro tipo de fármacos también usados para combatir el reflujo aunque puedan ser menos efectivos y que utilizan un mecanismo diferente, los llamados antagonistas de receptor de H2 o bloqueadores H2, como la ranitidina.

En el nuevo estudio, los investigadores analizaron los datos registrados entre los años 2004 y 2011 en los historiales médicos de un total de 73.697 pacientes mayores de 75 años del Centro Alemán para las Enfermedades Neurodegenerativas.

En la fecha de inicio del análisis, ninguna de las personas estudiadas tenía un diagnóstico de demencia. Para el año 2011 habían sido diagnosticadas de demencia 29.510 personas.

Los científicos aplicaron métodos de análisis estadístico para determinar que aquellos pacientes que usaban de forma regular inhibidores de la bomba de protones, unas 2.950, tenían hasta un 44% más de riesgo de demencia que aquellas que no recibían tratamiento con este tipo de fármacos.

«Asociación estadística»
Los investigadores alemanes aclararon, sin embargo, que el estudio no prueba una relación causal entre los IBP y la demencia.

«Nuestro estudio sólo puede ofrecer una asociación estadística entre el uso de inhibidores de la bomba de protones y el riesgo de demencia», dijo Britta Haenisch, una de las autoras del estudio publicado en la revista JAMA Neurology.

El posible mecanismo biológico subyacente debe ser explorado en estudios futuros, según acalararon los investigadores.

«Para evaluar y establecer relaciones causa-efecto directa entre el uso de IBP y la incidencia de demencia son necesarios estudios clínicos aleatorizados y prospectivos», dijo Haenisch.

(Un estudio aleatorizado utiliza casos distribuidos al azar. Un estudio prospectivo es un estudio longitudinal en el tiempo que se inicia en el presente, pero cuyos datos son analizados luego del transcurso de un determinado período de tiempo).

Los datos del estudio alemán se suman a estudios previos que habían encontrado que el lansoprazol y otros fármacos IBP aumentaban la producción de beta amiloide en animales. La acumulación de la proteína beta amiloide es uno de los principales signos del Alzheimer en el cerebro.

Es importante entender las limitaciones del estudio alemán, según señalo el Servicio Nacional de Salud Británico, NHS, en su sitio en internet.

«El estudio no prueba que el aumento en el riesgo de demencia sea debido a los IBP, el estudio no pudo probar esto ya que hay otras posibles explicaciones», dice el sitio.

«Por otra parte, los dos grupos comparados no eran similares. Aquellos que tomaban IBP tenían una salud peor y una probabilidad mayor de consumir otros medicamentos que han sido vinculados a mayores riesgos de demencia. Un siguiente paso sería realizar una investigación con dos grupos más comparables».

«Por ello no es recomendable que los pacientes dejen de tomar IBP, si un médico los ha recetado, antes de consultar al especialista. Los síntomas podrían retornar repentinamente», agregó el NHS.

Enfermedad renal
Otro estudio publicado este mes en la revista JAMA Internal Medicine apuntó a un posible vínculo entre los IBP y el riesgo de enfermedad renal crónica.

La investigación fue liderada por Morgan Grams, epidemiólogo de la Escuela de Medicina Bloomberg de la Universidad John Hopkins en Maryland, Estados Unidos.

Grams y sus colegas compilaron datos de dos fuentes: muestras de 10.482 adultos en dos comunidades en los estados de Carolina del Norte, Mississippi, Minnesota y Maryland, con una edad promedio de 63, y en segundo lugar, un grupo de 250.000 pacientes en Pensilvania.

Los investigadores estadounidenses encontraron que aquellos que tomaban IBP tenían un riesgo entre 20 y 50% mayor de desarrollar enfermedad renal crónica.

Y la dosis parece tener un efecto crucial. En la muestra de Pensilvania, el riesgo aumentó un 15% entre los que consumían el medicamento una vez al día, y 46% entre los que tomaban el fármaco dos veces por día.
«Esto nos sugiere que puede haber un efecto causal», dijo Grams.

Un estudio anterior también estableció asociaciones entre los IBP y fracturas de huesos. Y los mismo fármacos han sido vinculados a infecciones difíciles de combatir como la causada por la bacteria Clostridium difficile.

Los estudios que apuntan a posibles riesgos de los IBP generan preocupación fundamentalmente por el vasto uso de estos medicamentos.

Según explicó Grams, «cuando hay 15 millones de personas en Estados Unidos que usan estos fármacos, incluso efectos adversos relativamente poco frecuentes pueden afectar a un gran número de personas».

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