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La impactante verdad sobre la higiene de los cuartos de baño públicos

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Lo hemos explicado por pasiva y por activa. Cometemos frecuentemente errores de higiene personal como acumular cacharros en la cocina, no bajar la tapa del inodoro cuando tiramos de la cadena o tender en el interior la ropa mojada. Además, no nos lavamos las manos lo suficiente y olvidamos que entre nuestras sábanas se encuentran multitud de gérmenes, descuidando su limpieza. Por si fuera poco, estamos defecando mal. Así que, mejor no hablar de los servicios públicos como los de los restaurantes, ¿no? No.

Si tenemos un problema con los microbios que ríete tú de Howard Hughes, podemos dormir tranquilos. O, mejor dicho, hacer nuestras necesidades tranquilos. Aunque evidentemente los baños son el lugar ideal para la proliferación de bacterias, tan sólo en ocasiones muy excepcionales estas resultan peligrosas para nuestra salud. Es lo que concluye una investigación publicada en ‘Applied and Environmental Microbiology’, realizada por el microbiólogo del Arrgonne National Laboratory de Illinois Jack Gilbert.

El estudio concluye que “cuando se comparan con ambientes relacionados con los huéspedes, las superficies de los retretes son secas, estériles y pobres de recursos. Por lo tanto, probablemente no aguantan un gran crecimiento microbiano, como muestra la baja densidad celular”. En otras palabras, asegura el autor en un artículo publicado en ‘Live Science’, no tenemos por qué preocuparnos por la gran cantidad de organismos que habitan en los baños, porque tan sólo en raras circunstancias nos provocarán una infección.

La corta vida de los microbios
Los más susceptibles relacionan los retretes con las secreciones fecales. Sin embargo, la investigación ponía de manifiesto que la mayor parte de organismos que se pueden encontrar en los cuartos de baño no tienen ninguna relación con hacer aguas mayores, sino que se trata de cuerpos que se desprenden de la piel, que conforman hasta un 92% del total. Por lo tanto, las zonas más contaminadas son el pomo de la puerta, los grifos, los cubículos y los dispensadores de jabón, donde uno podía encontrarse una bonita variedad de actinobacterias, bacteroidetes, endobacterias y protobacterias.

Por lo general, las endobacterias y bacteroidetes solían encontrarse con mayor frecuencia en los pomos de la puerta de los cubículos y en las tazas, puesto que están asociadas con la contaminación fecal. En muchos casos, estas eran esparcidas por la habitación después de que se tirase de la cadena. Además, la bacteria lactobacillus, asociada con el microbioma vaginal, se encontraba con relativa frecuencia en los baños de las mujeres (vaya sorpresa, ¿verdad?).

A quien le estén entrando todos los males después de leer esta retahíla de bacterias de muy diferente pelaje, puede estar tranquilo, puesto que la mayor parte de ellas mueren rápidamente. Esa es la gran aportación de la investigación llevada a cabo por Gilbert y sus colegas, puesto que hasta la fecha solo se habían realizado investigaciones sobre el (alto) nivel de contaminación en un momento determinado, mientras que estos realizaron un seguimiento de la cantidad de microbios existente en cada momento. Gracias a ello descubrieron que la mayoría perecía rápidamente, especialmente los provenientes del estómago, que eran devastados por el oxígeno o la falta de nutrientes.

El estudio asegura que los organismos que perviven durante más tiempo, los relacionados con la piel, tienen la capacidad de mantenerse en “ambientes secos y aeróbicos, que son muy diferentes al del estómago”. Por esa razón debemos estar tranquilos: los seres que viven en nuestro interior –y en el de las personas enfermas que nos pueden contagiar– se encuentran de buenas a primeras en un mundo completamente hostil cuando emergen a la luz del día.

La rara posibilidad de contagio
Los humanos introducimos coninuamente gran cantidad de microbios en los cuartos de baño. Durante una hora de uso normal, calculan los autores, en sus suelos pueden llegar a habitar 500.000 células bacterianas por pulgada cuadrada, una cantidad muy superior a otros lugares (las alfombras tienen unas 200.000 por pulgada cuadrada). Afortunadamente, pasamos poco tiempo en el retrete y, cuando lo hacemos, solemos tomar precauciones higénicas.

En otras palabras, hay que hacer un gran esfuerzo (o sufrir un terrible accidente) para coger una infección en un baño público a través de bacterias como el estafilococo áureo, una de las que más pervive en estos ambientes y que produce infecciones cutáneas y mucosas como la conjuntivitis. En el peor de los casos, puede que tengamos que tomar antibióticos para eliminarlas. Sin embargo, es muy extraño que esto ocurra y Gilbert lo explica con un gráfico ejemplo: “Hay organismos que si, digamos, te cortases el brazo y lo restregases en el suelo, podrían colonizar la herida y causar una infección”.

Así pues, la próxima vez que vayamos a un restaurante, deberíamos dejar de preocuparnos por la limpieza de los cuartos de baño, que además (Sanidad manda) estarán limpios como una patena so pena de que se les caiga el pelo a sus dueños. Harina de otro costal son los ambientes donde más contagios se producen, los hospitales y ambulatorios, no por la suciedad de los mismos, sino por el debilitado sistema inmunitario de aquellos que los transitan. Un último consejo por parte del autor: “Nuestra obsesión con la esterilización y la limpieza, nuestra paranoia, no nos resultan nada útiles”.

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