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La envidia en el trabajo reduce la empatía en tu cerebro

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¿Recuerdas a ese amigo que siempre cuenta historias más graciosas que las tuyas o al colega que recibió el ascenso para el que eras candidato? Sé honesto: ¿qué tanta empatía sentirías si los vieras golpearse el dedo gordo del pie? ¿Sería más o menos que si se tratara de una persona menos amenazadora?

Si eres una persona amable, probablemente me dirías que dejarías a un lado cualquier diferencia de estatus y que sentirías la misma empatía por cualquier persona a la que vieras sufriendo. En un nuevo estudio de imaginología del cerebro, que se publicó la semana pasada en la revista Social Cognitive and Affective Neuroscience, se indica que probablemente estarías mintiendo. Es probable que afirmes que sientes empatía con el dolor que siente una persona de nivel más alto, pero es muy probable que tu cerebro celoso reaccione como si nada.

El equipo de investigación, a cargo de Chunliang Feng, de la Universidad de Shenzhen, en China, reclutó a 22 personas, las dividió equitativamente por sexo y empezó por pedirles que se sometieran a una prueba rápida de percepción. Los participantes tenían que mirar 100 puntos distribuidos a lo largo de la pantalla de una computadora e indicar si había más puntos a la izquierda o a la derecha.

Luego, les pidieron a 650 personas más que hicieran la misma prueba y les dijeron que, en comparación con los resultados con los de los otros participantes, ellos eran jugadores de «dos estrellas» en una clasificación de una a tres estrellas. Esto no era cierto, era solo algo que les dijeron para cumplir con el propósito del estudio.

Luego, les dijeron a los participantes que cuatro de los otros participantes de la prueba de los puntos (dos jugadores de una estrella y dos de tres) habían accedido a participar en algunas pruebas sensoriales en las que los inyectarían en el rostro (¡auch!) o que los tocarían suavemente con un hisopo de algodón. Para que esto sonara realista, les mostraron a los participantes los videos de cuatro personas que se sometieron a estas pruebas.

Luego, se obtuvo una imagen cerebral de cada participante mientras miraban fotos de los cuatro individuos a los que se les aplicaron los tratamientos. Se les dijo que trataran se sentir empatía con los otros participantes y al final de la prueba les preguntaron qué tanto dolor les parecía que los otros participantes habían sentido y qué tan molesto había sido ver las fotos.

Los participantes dijeron que habían sentido empatía y molestia en partes iguales cuando los otros participantes se sometieron al horrible tratamiento de las agujas sin importar si los participantes habían recibido una estrella o tres. Sin embargo, las imágenes de la actividad cerebral de los participantes contaban una historia totalmente diferente.

Cuando observaron las fotos de un jugador inferior (una estrella) sometiéndose a la inyección, en su cerebro se notó el aumento de la actividad en dos regiones clave del cerebro que se sabe que tienen que ver en la manifestación del dolor y en la representación del dolor ajeno: la corteza insular anterior (IA) y la corteza cingulada anterior intermedia (CCAI). Lo más notable es que cuando los participantes vieron que inyectaban a los jugadores superiores (de tres estrellas), las IA y CCAI de los participantes no mostraron gran actividad. En otras palabras, parecía que la reacción empática automática de su cerebro se había apagado.

Es más: cuando vieron sufrir a los jugadores inferiores, se notó un aumento de la comunicación entre la IA y otras regiones del cerebro de los participantes relacionadas con la empatía y la identificación, tales como el tálamo y el giro frontal intermedio, lo que refuerza la idea de que se ponían mental y emocionalmente en el lugar de los jugadores inferiores, cosa que no ocurría en el caso de los jugadores superiores.

Cabe señalar que no estamos hablando de un placer malsano como tal: los investigadores no encontraron pruebas neurales de que sus participantes disfrutaran de ver sufrir a los jugadores de tres estrellas. Sin embargo, los resultados indican que la simulación automática del dolor ajeno que suele desencadenarse en nuestro cerebro se apagó cuando los participantes vieron sufrir a un jugador superior.

Parece asombroso que la gente se sitúe en una especie de jerarquía basada simplemente en un desafío visual sin grandes consecuencias (y que por ende muestre menos empatía neural por una persona a la que perciben en un «nivel más elevado» en este desafío trivial). Esto solo sirve para demostrar lo competitivos que somos por naturaleza y lo rápido que nos comparamos con los demás.

Los investigadores creen que la reducción en la empatía neural que sentimos respecto a gente superior de alguna forma se relaciona con las formas en las que nos hacen sentir mal con nosotros mismos. Los participantes mostraron un aumento en la actividad de la CCAI cuando veían a los jugadores de tres estrellas someterse al procedimiento indoloro del hisopo, como si el solo ver a estos jugadores de mejor desempeño fuera una experiencia incómoda.

Claro que vale la pena tener presente que, como ocurre con la mayoría de las investigaciones sociales de las neurociencias, en este estudio se dan muchas cosas por hecho respecto al significado de los patrones de actividad cerebral de la gente. Ciertamente pareciera que los participantes sobreestimaban la empatía que sentían con los jugadores superiores y que su cerebro delató su sentir real. Pero esta es simplemente una interpretación de los resultados.

Solo los participantes saben realmente qué sintieron y aunque su actividad cerebral fue claramente diferente respecto al dolor de los jugadores superiores, es posible que subjetivamente sintieran lo mismo al ver a los jugadores superiores e inferiores. Desde un punto de vista metodológico es una pena que no hubiera una situación en la que los participantes no vieran sufrir a jugadores de su mismo nivel.

Sin ese punto de comparación, no podemos saber con certeza si la actividad neural empática de los participantes se apagaba cuando veían a los jugadores superiores o aumentaba cuando miraban a los jugadores inferiores.

Dejando a un lado estos detalles, los nuevos resultados coinciden y se suman a investigaciones anteriores que muestran que las reacciones neurales empáticas de la gente disminuyen cuando ven sufrir a alguien que no les agrada o a alguien de un grupo social diferente. Podemos intentar ser buenas personas, pero tristemente parece que nuestro cerebro suele revelar el lado más oscuro de la naturaleza humana.

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