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Cierra Río de Janeiro entre carnaval y Mario Bros

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La imprevisible y divertida ciudad de Río de Janeiro es sin duda el escenario idóneo para que el primer ministro japonés, Shinzo Abe, aparezca de dentro de un tubo verde disfrazado de Super Mario Bros. La mayor sospresa de la noche de clausura de los Juegos simbolizó el paso de Río 2016 a los Juegos de Tokio 2020. La palabra ‘bagunça’ se usa en Brasil para hablar del desorden, pero ir hacia la ‘bagunça’ también puede significar irse de fiesta.

El caos y la juerga suelen ir de la mano y Brasil es el máximo exponente. El color vivaz y los poderosos ritmos con herencia africana del país del carnaval agitaron la fiesta de clausura con la misma austeridad y gracia que inauguraron los Juegos, sustituyendo los costosos decorados por imaginativas proyecciones de vídeo sobre la pista.

Los atletas hicieron su entrada mezclados entre las banderas, claramente relajados y distendidos, al ritmo del forró, música popular del Nordeste brasileño. Les toca ahora disfrutar de lo vivido. La tormenta tropical que les cayó cuando aún no habían tomado asiento para asistir al resto del evento puso más épica a sus gestas y a las cerca de 1.000 medallas repartidas, entre las que destacaron los legendarios Phelps , Bolt y la nueva fuerza de la gimnasia Simone Bold

Atrás quedan 17 días disfrutados intensamente por la mayoría de los participantes, aunque también con mucho sufrimiento y una queja común entre deportistas, prensa y público sobre los problemas de organización, especialmente en lo que respecta al transporte y el acceso a unos recintos que presentaron en muchas ocasiones pobres entradas. Varios periodistas veteranos coincidían en señalar Río 2016 como «los peores Juegos» en los que habían estado, aunque el sentimiento predominante fue de entusiasmo entre los alrededor de 10.500 atletas de 205 países (y una delegación de refugiados) que compitieron en 306 pruebas de 42 deportes diferentes.

La ceremonia arrancó, en el mismo Maracaná que 24 horas antes vibró con la selección brasileña de fútbol ganando el primer oro olímpico de su historia, con una cuenta atrás en el reloj de pulso del aviador Santos Dumont, pionero en el uso de esta tecnología en Brasil y uno de los primeros hombres de la historia en volar. Una coreografía de bailarines disfrazados de pájaros multicolor formaron sobre el campo dibujos emblemáticos de Río como los arcos de Lapa, el Cristo Redentor o el Pan de Azúcar relleno de flores de colores proyectadas en vídeo, que después se transformaría en el símbolo de los Juegos y por último en las anillas olímpicas. El presidente interino de Brasil, Michel Temer, abucheado en la apertura, no acudió al acto, como ya anunció hace unos días.

El sambista Martinho da Vila cantando la dulce canción de Pixinguinha ‘carinhoso’, un coro de niños cantando el himno de Brasil mientras en el suelo se proyectaba la bandera y la cantante Roberta Sá interpretando a la mítica actriz Carmen Miranda con su inconfundible atuendo colorido coronado por un sombrero de frutas precedieron la entrada de los atletas a ritmo de forró. La historia de Brasil fue de nuevo abordada, esta vez con la proyección sobre el campo de las pinturas rupestres de la Serra da Capivara, en el estado nororiental de Piauí. Un aclamado vídeo con los mejores momentos de los Juegos (especialmente ovacionados el gol de Neymar y las celebraciones de Bolt) fue proyectado en el marcador del estadio antes de que se entregaran las medallas de la legendaria prueba de maratón, cuyo oro fue por la mañana para el keniano Eliud Kipchoge.

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