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9 cosas que solo un hijo único entiende

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Ser hijo único es pertenecer a un club súper exclusivo (aunque cada vez lo es menos), una sociedad secreta de la que todo mundo quiere saber cosas imposibles de describir. Lo que pocos saben es que somos más felices de lo que quienes crecieron rodeados de hermanos pueden aceptar. No estamos diciendo que una situación sea mejor que otra, simplemente es así y hay que aceptarlo. Por eso te damos algunos secretos de los hijos únicos para que los entiendas mejor y dejes de juzgar y preguntar tonterías.

1. Somos como viejitos. Fuera de la escuela, pasábamos la mayoría del tiempo con adultos hablando de cosas “de grandes” y yendo a restaurantes sin juegos. También por eso preferimos leer y dibujar en silencio que ir a fiestas donde avientan comida, todos gritan y hay que convivir.

2. Teníamos (y algunos todavía tienen) amigos imaginarios. O hermanos imaginarios. O mascotas imaginarias. Había que encontrar con quién jugar y a veces los vecinos tenían mucha tarea.

3. Odiamos el conflicto. Nunca tuvimos que pelear con nadie por nada, por eso no podemos cancelar esos seguros del banco que no contratamos. No hay peor pesadilla para un hijo único que la confrontación.

4. Necesitamos complacer a nuestros papás. Sin importar la edad. Pusieron todos sus huevos en nuestra canasta, así que tenemos más presión Aquí no hay el gordito buena onda y la perfeccionista que siempre saca 10. Te toca ser el listo y el simpático, el bueno en los deportes y que tiene mil amigos, pero nunca llega borracho a la casa. Hay que ser casi perfecto y darle a tus papás todos los nietos que quieren al mismo tiempo que terminas la maestría y haces triatlones.

5. Amamos las cosas buenas. Obvio el dinero no es lo más importante en la vida, pero cuando no tienes hermanos vas a más viajes, te dan más regalos, vas a mejores escuelas y a restaurantes buenos desde chiquito.

6. Nos gusta compartir. A diferencia de lo que muchos piensan, como nunca nos obligaron a hacerlo, lo hacemos con gusto. Siempre y cuando nos pregunten con anticipación y estén de acuerdo en las reglas de devolución.

7. Responsabilidad ante todo. No había a quién echarle la culpa de los dibujos en la pared, así que aprendimos desde muy niños a aceptar nuestras obligaciones y responsabilidades. Eso nos hace más eficientes en la vida y en el trabajo.

8. Amamos la soledad. ¿Comer solo en un restaurante? ¿Ir al cine sin nadie con quien platicar? ¿Viernes en la noche sin planes? No hay problema. Llevamos años entreteniéndonos solos.

9. Sabemos responder a todo tipo de comentarios incómodos: “¿te has de aburrir muchísimo”, “¿no mueres de ganas por un hermanito?”, “seguro estás muy consentida” “¿tu mamá no se podía embarazar?” “tus papás han de sufrir muchísimo porque vives lejos”. No sé qué es lo que invita a estas personas a opinar sobre tu vida y escupir clichés, pero estamos acostumbrados y desde niños encontramos las mejores respuestas a estos y cualquier otro comentario pasivo agresivo.

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